COLUMNA
Apolinar Castrejón Marino
En la Ciudad de Chilpancingo, igual que en muchos otros lugares, funcionan mejor los tianguis al aire libre, que los mercados legalmente establecidos. Y ahí se encuentran los productos del campo, y alimentos de toda clase, a precios módicos.
Frutas del campo, regionales y de temporada como aguacates, nanches y mangos. Estamos hablando de los árboles que se encuentran en el campo y que según su ciclo vital, florecen y dan sus frutos.
Los campesinos y gente que viven en zonas rurales, recolectan los productos comestibles de la naturaleza, y los trasladan hasta las ciudades o poblaciones mayores para venderlos al mejor postor. El precio casi nunca es fijo, sino que resulta del regateo entre los “marchantes”; el vendedor trata de mantener su precio, y el comprador, trata de que se lo “rebajen”.
Casi todos los comestibles que se expenden en los tianguis son orgánicos, es decir, se producen sin que a los árboles les apliquen fertilizantes o fumigantes; pues ni siquiera agua les van a echar. Según las políticas de explotación sustentable, estos serían los mejores productos de consumo humano.
Otros productos comestibles que se encuentran en los tianguis, son los vegetales que cultivan en muy pequeña escala los campesinos que tienen una minúscula parcela, o que de plano toman prestado un rinconcito en los montes para sembrar verduras como lechugas, ejotes y chile.
Quelites, toronjil y guajes, se pueden adquirir durante la temporada de lluvias, igual que los animalitos comestibles como jumiles, chapulines y chicatanas. La naturaleza aún es pródiga con las gentes que viven entre los campos y pequeñas rancherías, donde la lluvia puede ocasionar daños, pero también es proveedora de vida.
Los “marchantes” campesinos son gente humilde, sin muchas ambiciones, solo quiere algún dinerito para comer tortillas con frijoles y salsa, de vez en cuando queso o huevo, y cuando se pueda, chorizo o carne.
Debido a su humildad, so presa fácil para ser explotados por los agentes de “desgobernación” que les cobran un promedio de 20 pesos por estar vendiendo sus productos en el piso, al rayo del sol, y sin que les proporcionen ningún servicio que amerite tal cobro.
Comparativamente, los comerciantes establecidos del mercado rentan “puestos” que solo utilizan como bodegas y se salen a vender también a la calle. O que les sirven como “fondas” o puestos de comida como pozole, tacos y garnachas. Y solo pagan cantidades irrisorias como 100 pesos anuales por consumo de gas y luz eléctrica.
Debería haber un presidente municipal que evitara que se les cobre a estas gentes tan humildes, cuyos productos son una variedad entre todos los “alimentos” industrializados que nos vemos obligados a consumir ¿No creé usted?
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