PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA
Llegó con Dios, pero se
lo llevó la delincuencia
Alondra García Lucatero.--El miércoles 30 de abril el cura católico John Ssenyondo ofreció su última misa. Después no se supo más de él. Esa tarde se trasladó de Nejapa a la comunidad de Santa Cruz, ambos poblados en el municipio de Chilapa de Álvarez, Guerrero.
El sacerdote celebró una misa de matrimonio y al retirarse de la comunidad indígena fue interceptado por un grupo de hombres armados, cerca de las 19:00 horas. 17 días después, el sacerdote John Ssenyondo continúa desaparecido.
Misionero en Guerrero
John Ssenyondo nació el 25 de diciembre de 1985 en el distrito de Masaka, perteneciente a la república de Uganda, un país situado en África Oriental.
El 3 de agosto de 1991, a la edad de 33 años, se ordenó sacerdote como parte de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús (MCCJ). Los sacerdotes de esta congregación predican el Evangelio, dialogan y colaboran con otras culturas y religiones, promueven un mundo más justo y fraterno. Como todo sacerdote comboniano, Ssenyondo mostró siempre una espiritualidad misionera, por lo que dejó África y se aventuró a visitar otros continentes.
En 2008 llegó a la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, para evangelizar en las comunidades mixtecas. Trabajó un tiempo en la parroquia de Tlacotepec, en una comunidad llamada Los Hoyos y posteriormente fue trasladado a la iglesia de Nejapa.
Durante su permanencia en Guerrero, el cura John Ssenyondo fue víctima de la delincuencia. “Hace como año y medio sufrió un asalto en el cuarto donde vivía, en la parroquia de Nejapa. No lo golpearon, pero lo amarraron y así lo dejaron hasta que él mismo pudo desatarse y salir… en esa ocasión le robaron un automóvil y enseres domésticos, no recuerdo si le quitaron dinero”, relató en entrevista el presbítero Víctor Manuel Aguilar, vicario general de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa.
Llegó con Dios, pero se lo llevó la delincuencia
La segunda ocasión que Ssenyondo fue víctima de la delincuencia tenía 56 años y ya no regresó. Tras celebrar una misa de matrimonio en un pueblo cercano a Nejapa, lo interceptó un grupo de hombres presuntamente armados.
Las personas que presenciaron el “levantón” del sacerdote avisaron a las autoridades eclesiásticas locales. Inmediatamente los curas, laicos, feligreses y pobladores realizaron redadas de búsqueda en los cerros de la zona, pero no encontraron nada.
“Teníamos confianza que los captores se comunicarían, pero ya pasaron dos semanas y aun no hay ninguna comunicación. En los primeros días manejamos todo con reserva, con cautela, no se hizo inmediatamente la denuncia porque pensamos que por ser un sacerdote lo regresarían”, lamentó el vicario general de la Diócesis.
Pero los días pasaron sin que existiera algún indicio sobre el paradero del cura John Ssenyondo. Una mujer, quien se identificó como ahijada del sacerdote africano, fue la que días después interpuso la denuncia ante la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE).
“Pensábamos que era algo más sencillo, que aparecería… él es un sacerdote conocido, es un negrito y no hay manera de confundirlo, en esa comunidades rurales pequeñas la gente identifica perfectamente a los sacerdotes”, declaró el presbítero Víctor Manuel Aguilar cuando se le cuestionó sobre el caso.
Argumentó que Ssenyondo no es un cura “belicoso”, por lo cual desconocen el móvil de su desaparición. “No pueden desaparecer las personas así, yo no sé quién o donde lo tendrán, le marcamos a su celular y está fuera de servicio”, comentó el vicario.
El jueves 15 de mayo, la Diócesis inició una campaña de oración en las parroquias, con la esperanza de que el padre John Ssenyondo regrese sano y salvo.
La delincuencia atea
En los últimos dos años, la prensa documentó en Guerrero tres agresiones contra sacerdotes católicos por parte de la delincuencia organizada, incluida la desaparición del cura de origen africano.
En los municipios de Apaxtla de Castrejón y Cuetzala del Progreso, grupos de civiles armados ha interceptado y golpeado a los religiosos, que incluso tuvieron que ser removidos de sus parroquias ante la violencia e inseguridad que se vive en la zona.
El ex párroco de Apaxtla, Oscar Prudencio, quedó en medio de un enfrentamiento armado entre dos grupos delictivos que se disputan “la plaza” en la región Norte de Guerrero.
“Al sacerdote Oscar lo asaltaron, quemaron su camioneta y le dijeron que se fuera, pero cuando se retiraba del lugar llegó un grupo rival y se empezaron a disparar entre ellos.
El cura quedó en medio y salió corriendo… Gracias a Dios no le pasó nada”, recordó el vicario Víctor Manuel Aguilar. Otro caso es el del sacerdote Rafael Ramírez, quien a mediados de 2013 fue “levantado” por un grupo delictivo junto a su chofer, en el municipio de Cuetzala.
El cura fue torturado en represalia, porque en sus homilías llamaba a los delincuentes a frenar la violencia. Posteriormente fue liberado, pero lo removieron de la parroquia por su propia seguridad.
El vicario general de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa reconoce que además de estos casos que fueron conocidos y ampliamente difundidos, existen otro tipo de agresiones menores que no siempre salen a la luz pública.
“Otros sacerdotes han sufrido asaltos fortuitos en el camino, porque les tocó este clima de violencia e inseguridad en que nos encontramos. La mayoría de las personas todavía mira a los sacerdotes con respeto, por eso nos sorprende lo que está pasando, porque los delincuentes hacen las cosas en pleno conocimiento de que se trata de sacerdotes”, lamentó.
John y la vida eterna
El 26 de agosto de 2010 el sacerdote misionero John Ssenyondo abrió una cuenta en Facebook, en la que compartió fotografías de su familia, de sus feligreses y de él mismo.
También posteó con frecuencia mensajes religiosos en español e inglés, actividades de su vida diaria, sus sentimientos, planes y deseos para el futuro.
De piel negra, ojos grandes y espresivos detrás de unos anteojos, el cura viste de blanco y sonríe en su foto de perfil.
El 21 de julio de 2012 escribió en su muro: “El que no busca a Dios no lo encontrará a la hora de la muerte”.
El 13 de agosto del mismo año su mensaje fue el siguiente: “Danos siempre de ese pan, Señor. El pan que hizo caminar a Elias cuarenta días y cuarenta noches, después de estar agobiado un día entero bajo el sol del desierto”.
El 17 de julio de 2013 anunció uno de sus planes a mediano plazo: “Tengo pensado ir a la Tierra Santa dentro de dos años, como celebración de mi 25 aniversario sacerdotal.
¿Alguien interesado en el viaje? Acepto sugerencias y consejos”. En múltiples ocasiones, el sacerdote pidió a Dios que lo ayudara a actuar bajo sus mandamientos, para alcanzar la vida eterna.
El 17 de enero de 2014 escribió: “Tu muerte me libere de todo lo que no te agrada; que temple el calor de la concupiscencia, que extinga la ira, que mantenga lejos de mi boca palabras inútiles o pecaminosas, que aplaque toda tempestad del alma y me estimule a vivir honradamente. Dame la gracia de estar siempre contigo, de gozarte en el gozo que no tiene fin. Amén”.
Pero el comentario que sintetiza los deseos del padre John lo escribió el 14 de octubre de 2012, cuando le preguntó a Dios: “Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Dios no usa Facebook, pero quizá ya le respondió al padre John.
Con suerte, regresará para compartir las buenas nuevas con sus feligreses o quizá, vigilará desde lo alto al pueblo mixteco al que llegó un día, hace ya años, a evangelizar.
Mientras tanto, forma parte de los miles de desaparecidos en México, que de acuerdo a las estadísticas de Amnistía Internacional, entre 2006 y 2012 sumaron más de 26 mil.(Quadratín).
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