COLUMNA
Apolinar Castrejón Marino
El panorama de los jóvenes que se encuentran en su etapa de estudiantes debe ser realmente deprimente. Su incorporación al mercado del trabajo es muy incierta. Solamente que sea hijo o pariente de algún funcionario, político o dirigente social, podrá conseguir una plaza o un empleo.
Pero si es hijo de un ciudadano cualquiera, de nada valdrá que sea inteligente y estudioso, cumplido y dedicado; no tendrá ninguna oportunidad de ser integrado a una nómina o plantilla de personal.
Una tercera alternativa de conseguir una plaza, es tener la disposición de comprarla, es decir, internarse en el mercado negro y el bajo mundo, donde no hay ninguna seguridad para su inversión; donde las leyes de la oferta y la demanda se rigen por la “honorabilidad” de los protagonistas.
Las transacciones de compra de plazas se realizan en las mismas oficinas de las autoridades educativas. Si la transacción es exitosa, el maestro consigue comprar su plaza en unos 300 mil pesos, pero en muchos casos, son estafados con 100 o 200 mil pesos, sin que haya instancia alguna a la que pueda acudir para hacer un reclamo.
Pero, además de que las autoridades engañan y se burlan de los jóvenes estudiantes normalistas, también ellos mismos se engañan, pretendiendo e ilusionándose con ventajas y promesas nacidas de la rumorología.
Sorprendimos una conversación entre una estudiante próxima a terminar sus estudios en una escuela normal, con una madre de familia que tiene una hija que apenas va a la mitad de la carrera mara maestra. Estos eran los términos:
“Pues mire. En la escuela ya nos dijeron que nuestra clausura va a ser los primeros días del mes de junio y luego, vamos a hacer nuestra tesis para titularnos. Pero antes nos van a dar nuestra plaza”.
Y la mamá, con cierta turbación le dijo: “Ah ¿pero a ustedes ya les van a dar su plaza? porque en la escuela de mi hija, no les han dicho si van a salir con plazas”.
Con intención de precisar y aclarar, la joven dijo: “Sí, pues es que de la escuela nos mandan a hacer nuestro servicio social y luego nuestra práctica. Ellos lo hacen”.
“Y además, me ando informando donde están haciendo las evaluaciones a los maestros que están en activo, porque nos dijeron que a los maestros que no pasen la evaluación, les van a quitar sus plazas y luego pueden dárnoslas a quienes saquemos buenas calificaciones, y yo la verdad, siento que puedo aprobar cualquier examen que me hagan”.
En muchos años, no habíamos visto a alguien con tan elevada autoestima, o que confundiera tanto las cosas. Lo que pasa es que en efecto, los estudiantes normalistas tienen que hacer un servicio social y una práctica para la elaboración de su trabajo de titulación.
Pero el oficio que envía el directivo de la escuela normal a una escuela primaria cualquiera para que los alumnos hagan tal servicio o práctica, es una petición, una solicitud, no es una plaza.
Y en la actualidad los procedimientos de titulación son tan laxos, que casi todos los próximos a egresar de las escuelas normales solo se esmeran en conseguir cualquier “tesis” que algunos estudiantes hayan hecho en años anteriores y se dedican alegremente a copiarlas, sin que los maestros se den cuenta de que se trata de un plagio.
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