COLUMNA
El Grillito Sin Censuras
Alfonso Cerdenares Domínguez
-.El paseo de mascotas, un lastre para el pueblo de Chilpancingo. -.Poca lectura tenemos los mexicanos. -.La gente prefiere ver la televisión a leer un libro.
Aprovecharemos una nota publicada ayer en este medio informativo, no para satanizar a la comunidad lésbico-gay, sino para hacer un llamado a las autoridades municipales para que traten de regular eso de andar paseando a las mascotas –por lo general perros –en el zócalo de Chilpancingo y en la alameda
“Francisco Granados Maldonado”; quien escribió la nota tiene razón, nosotros hemos sido testigos cómo hay gente que pasea con sus galgos, eso sí, atados a una cadena, pero son pocos los que se preocupan por levantar las heces fecales de sus mascotas, lo que pone en riesgo la salud de los chilpancinguenses, más cuando defecan cerca de un puesto de fritangas, de esas gorditas enmantecadas llenas de grasa o por donde se ubican los que venden los esquites con caldo y sin caldo; la irresponsabilidad de la gente, el valemadrismo, se puede notar por las tardes o los fines de semana, cuando decenas de perros son sacados a “pasear”; nosotros no sabemos si esos animales disfrutan del paseo, pero sí sabemos que existe un riesgo entre ellos mismos y sus dueños, pues nunca falta el can que se pone “picudo” y trata de agredir a uno y otro; se sabe que más de un furioso can a atacado a la gente, a niños y ancianos, pero por lo regular, los dueños no se hacen responsables de las lesiones que provocan sus mascotas y hasta prefieren dejar que éstas sean sacrificadas a pagar las curaciones de las mortales víctimas; en fin, nosotros no nos oponemos a que la gente saque a pasear a sus mascotas, lo que no nos parece es que cada que lo hagan, dejen el excremento que despiden en cualquier parte, al hacer sus necesidades fisiológicas y, por tanto, debiera de regularse esa situación o, cuando menos, que las autoridades emitan una serie de recomendaciones para que esto ya no suceda; de por sí nuestra ciudad capital es un mero cochinero que una mancha más al tigre, pues ya ni se le nota; por otra parte, ayer 23 de abril se celebró el Día Internacional del Libro y nos llevamos la “terrible” sorpresa de enterarnos que en México apenas sí se leen tres libros al año; es decir, cada mexicano –que se ha convertido en un alfabeto disfuncional –lee, según las estadísticas, 2.8 libros en un año; sin embargo, lo que nos llama la atención es cómo es que hacen esta medición, o sea, en qué se basan para determinar el grosor o el número de páginas promedio que tiene cada libro para establecer ese parámetro; ¿cuántas páginas de un libro necesitamos leer para que se nos considere asiduos lectores?; ¿cuántos cuentos o fábulas?; lo que, como mexicanos, reconocemos que las nuevas generaciones, a partir del año 2000, han perdido la capacidad de analizar, de comprender los escritos que llegan a leer pues, como se ha afirmado, la gente prefiere ver la televisión a leer un libro; veremos qué pasa, si seguiremos siendo lectores pasivos o alfabetos disfuncionales; si no, al tiempo y… ¿quién es el que anda ahí? Comentarios y sugerencias al E-Mail: alfcerdenaresd@hotmail.com
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