PRIMERA PLANA
IDB:Del amor no me quejo, creo
que Todo esta cubierto con éxito
Héctor Contreras Organista.- La mañana del 1 de febrero de 2014, en “Café Ley”, popular y muy concurrido establecimiento que se localiza en un pasillo del mercado “Baltazar R. Leyva Mancilla” y que es propiedad del cordialísimo amigo don Fernando Leyva, dialogamos con el señor Íñigo Damián Bermúdez, hermano del muy reconocido guitarrista calentano Beto Bermúdez, ya desaparecido y quien internacionalmente puso muy en alto el arte guerrerense, la música y sus intérpretes.
Padre de la apreciada, talentosa y hermosa señora Yolanda Damián, responsable de Comunicación Social en el ayuntamiento de Chilpancingo, familiaridad que desconocíamos. Nos dio mucho gusto platicar con tan ilustre personaje.
Decir Íñigo Damián Bermúdez, es decir cultura y educación, porque se trata de un hombre fino y de un refinado ciudadano, concuño de una luminaria de la oratoria internacional de todos los tiempos como es el muy culto y admirado Juan Pablo Leyva y Córdoba.
Momentos antes de la entrevista el señor Íñigo nos obsequió un ejemplar de su obra literaria “Pedro Guerrero”, con amable dedicatoria que valoramos y agradecemos.
-Agradezco mucho la oportunidad de dialogar con usted. Lo habíamos observado caminando por las calles de la ciudad, ignorábamos quién era usted, me da mucho gusto conocer a un hombre dueño de una personalidad sui géneris.
“Hombre, muchas gracias. Quiero que sepa que yo soy quien debiera verter esos halagos porque quiero que sepa que soy su admirador de veras como escritor. Lo he leído dos o tres veces y me convence”.
-Señor, muchísimas gracias, es un honor lo que dice. Pero, don Íñigo, observo que usted es dueño de una trayectoria muy importante. Su vida, cada instante, cada día, cada semana, cada año ha sido bien aprovechada. Lo digo por lo poquito que acabo de leer al recibir su libro, que agradezco mucho. Leí que nació en Placeres del Oro, en la tierra caliente, que estuvo viviendo una temporada en Zirándaro, de ahí se trasladó al estado de Morelos, después a la ciudad de México y parte hacia la construcción de una historia de vida muy interesante.
“Bueno, muchas gracias. No ha sido más que el esfuerzo de querer significarme en esta vida. Yo soy de familia que le gusta escribir, le gusta leer y algo se me ha pegado, por lo menos el deseo de hacer algo de lo que ellos hacen y que hacen muy bien. Yo no sé. Usted va a leer el libro y verá que como escritor no la hago, pero no quise quedarme atrás”.
-Guerrero está lleno de cultura, de hombres sabios, osados, de gente que produce mucho a favor de su tierra en las siete regiones del estado, pero la tierra caliente, donde usted nació, se significa por sus escritores, sus poetas, sus músicos, principalmente por sus mujeres y porque traen en el corazón la alegría de vivir.
“Sí, así es efectivamente, señor. Como usted podrá leer ahí, yo nací en Placeres del Oro pero conocí mi pueblo, donde yo nací, cuando tenía treinta y tantos años. Muy pequeño me llevaron a Zirándaro, así que yo digo que soy de Zirándaro aunque haya nacido en Los Placeres, de lo cual es un lugar bonito también pero yo me crié, mis amistades, mi familia, mis relaciones, mi vida toda está en Zirándaro. El resto, como podrá ver ahí, he tenido la oportunidad inclusive, entre mis cargos, de representar a mi país en el extranjero, y eso me enorgullece mucho, inclusive creo que a mis paisanos también, por eso me saludan”.
-Cuando se pronuncia el nombre de Íñigo Damián Bermúdez se está hablando de una gran personalidad, de un hombre destacado, y además, por lo que antes platicamos, es usted hermano de ese gran guitarrista guerrerense, Beto Bermúdez.
“Así es, efectivamente. Como ve, como le digo, nuestros padres eran músicos, ellos formaron su orquesta y demás no cobraban por eso. De mi padre cuentan por ahí, un poquito en broma, que tuvo que regalarle todos los instrumentos a los de la banda del pueblo para que lo dejaran a él tocar el clarinete”.
-Y es usted también el papá de la licenciada Yolanda…
“Yolanda Damián Lasso, ¿eh? Es que ahorita está muy de moda el apellido, pero nosotros somos de acá, de la tierra caliente. En mi familia hubo mucho músico. Aquí, uno de los cofundadores del PRI en Chilpancingo, Ismael Damián, tocaba el violín y era el director de la orquestita que tenían ahí. Así que hay músicos, muchos muy buenos. Usted tiene una entrevista con éste que le decían ‘el Paganini de la tierra caliente’, un extraordinario violinista. Yo lo admiraba, y cada vez que iba a mi pueblo le pedía que fuera ahí para departir con nosotros, para oírle en lo mejor. Recuerdo una anécdota de él: Juanito (Juan Reynoso), todo mundo te pide que le toques equis, y tú con mucho gusto lo haces. Ya que nos quedamos solos aquí, la pura familia, quiero que me toques algo, no lo que yo te pida, lo que más te guste. Y me dice muy serio y con esa ingenuidad que él tenía, natural, me dice: Mire, ahorita que venía en el autobús el chofer prendió el radio y oí una cancioncita que me pareció muy bonita, tanto me gustó y se me pegó que te voy a tocar un pedacito, creo que ya le aprendí algo, y se toca nada menos que ‘Csardas de Monti’. ¡Ese era Juanito Reynoso: ‘El Paganini de Tierra Caliente de Guerrero’!, yo tuve el honor de tratarlo, de conocerlo, y como él, muchos otros. Ahí hubo varios músicos de la región, Isaías Salmerón; inclusive este señor que era más escritor que músico, don Juan Bartolo y otros tantos que de momento los nombres se me escapan, pero varios artistas”.
-¿Por qué Beto Bermúdez se cambió el nombre?
“Bueno, inclusive le ha costado algunos reproches familiares. Es que su representante y él mismo descubrieron o decidieron que el Damián no era comercial y que Beto Bermúdez se prestaba más para un nombre artístico en lugar de Beto Damián, pero él es Damián Bermúdez”.
-¿A quiénes tuvo como maestros?
“De chico a sus padres, ahí, sus tíos. Todos fueron extraordinarios músicos. La mamá no quería que fuera músico. El quería ir al Conservatorio pero le dijo ella: No. Todos los músicos son borrachos, y los guitarreros más. Así que ya no lo dejó. El era empírico, tocaba lo que le nacía, nadie le enseñó”.
-¿La música que usted ejecuta lo hace solamente en familia?
“No. Con Beto, inclusive, hacíamos el trío, el cuarteto. Cuando andábamos de parranda, íbamos por ejemplo al Tenampa, pedía el mariachi pero les quitábamos los instrumentos a todos los mariachis y nosotros hacíamos el mariachi. Fuera de eso, ahora en otra forma, estoy en un trío con los compañeros aquí en el café y hemos formado un trío de cuatro y cantamos. Hay veces que nos llegan a invitar al centro y vamos, yo todo apenado, siempre procuro quedarme hasta atrás porque todavía le tengo miedo al público y al micrófono. Otra cosa, señor. Como buen calentano, como buen zirandarense, a mí me gusta bailar, el zapateado, el son. Es más, mis tres hijos nacieron en el Distrito Federal y pregúnteles usted y dicen que son guerrerenses. Más todavía: Son calentanos y bailan. Mi hija Yolita, la mayor baila bastante bonito el son que es muy complicado para bailarlo. Así me gustó a mí la música, lo poco que yo sé se los enseñé y ahí están los resultados”.
-Le digo, señor. Es usted dueño de una gran personalidad. Le ruego me platique un poco de su nombre: Íñigo.
“Me cuentan de allá, rancheros; yo no sé cómo le hacían, mi abuela, sobre todo. Fuimos tres hermanos. Al primero le puso Hubert, nada mexicano el nombre; la segunda fue mujer, se llama Elizabeth y luego nací yo, en tercer lugar: Íñigo. Me dicen, no me haga mucho caso, que mi nombre es de origen Vasco y que traducido al español quiere decir Ignacio. Yo hubiera preferido que me hubieran puesto Ignacio y no Íñigo, pero a grandes rasgos eso es lo que yo sé de mi nombre”.
-¿Cuáles fueron los nombres de sus padres?
“Mi padre se llamó Telésforo Damián, mi madre Josefina Bermúdez, mi padre de Placeres y mi madre de Zirándaro. En realidad la familia Bermúdez es de Zirándaro, tanto que cuando le pusieron Zirándaro de los Chávez, los Bermúdez protestaron: ¡Nosotros somos fundadores de este pueblo, se merecía más que le hubieran puesto Bermúdez! Lo que mi familia no entendía bien que el señor Chávez fue clasificado como uno de los cardiólogos mejores del mundo, eso no cualquiera. En segundo lugar, el señor nos hizo muchas mejoras allá, nos llevó la primera planta de luz, hizo la brecha que está de Altamirano a Zirándaro, la escuela agropecuaria ‘Ignacio Chávez’, hizo mucho por el pueblo y eso, pues, cuenta. Los Bermúdez nacimos ahí pero hemos hecho lo que medianamente Dios nos permite, pero ni tenemos el dinero ni los alcances para hacer lo que este señor hizo por Zirándaro”.
-¿Cuáles son las mieles más deliciosas que ha probado a lo largo de su vida?
“¡Ah, caray!... Quiero decirle que han sido muchas, tantas que no podría escoger una. Mi vida en general ha sido exitosa, si se vale decir. Dirá que cómo exitosa si yo estoy muy pobre. Pero, vaya, yo no finco el éxito exclusivamente en el dinero. Por ahí decía alguien que el dinero ayuda mucho, pero no es lo más importante, yo lo creo a pie juntillas. Soy un devoto de los que se significan a través de su talento más que a través de su dinero”.
-Y ahora que se aproxima el día del amor, ¿cómo ha vivido usted el amor?
“He sido un afortunado. Usted me está viendo. No tengo mucha gracia, que digamos, pero he sido un suertudo toda mi vida. Tuve la oportunidad de casarme, tardé cuarenta y cuatro años con mi primera esposa. Por desgracia se me adelantó, y dos años después volví a casarme, así que no me quejo, del amor no me quejo. A mi gusto, a mis necesidades, creo que están cubiertas con éxito”.
-Aparte de “Pedro Guerrero” –su libro-, ¿sigue usted escribiendo?
“Sí, señor. Alguien me ha hecho creer que de veras puedo escribir y los que me han halagado van a tener la culpa de que yo publique otro libro”.
-¿Por qué el título?
“Me gusta mi estado, mucho, a pesar de los pesares. Ya usted está viendo cómo andamos ahorita, sin embargo yo me siento muy orgulloso de ser guerrerense. Cuando chico, yo presumía eso, aunque no me preguntaran: ¡Yo soy de Guerrero! Cuidado, ya era otra cosa, y ahora no nos ha ido tan bien, pero yo se lo achaco al progreso. Todos los lugares que van progresando tienen sus bemoles para poder llegar, para poder conseguir el éxito y Guerrero no va a ser la excepción, sobre todo si consideramos que el guerrerense es bronco, aunque no nos guste mucho. Veía una entrevista que le hicieron a nuestro gobernador René Juárez Cisneros y él decía muy eufórico casi ya al borde del enojo: ‘Guerrero es Guerrero, no le hagan. Guerrero es bronco. Tenemos crímenes, tenemos hambre, ¿cómo no va a ser bronco? ¡Aquí no es Disneylandia!’, y yo lo he reflexionado y digo, pues sí. Si toda la vida vamos a estar diciendo lo que no es por amor al terreno, pues, no. Hay que señalar las lacras para servirlo mejor. Reconocer que tenemos fallas y que todos juntos podemos sacar adelante esto”.
-Señor Íñigo, agradezco profundamente esta oportunidad de diálogo, porque lo dije desde el inicio de la entrevista, es usted una personalidad, un gran guerrerense y lo señala la Biblia, que al árbol se le conoce por sus frutos y usted los tiene, excelentes.
“Gracias, señor, una vez más muchas gracias. No sé más qué decir: Ese es un halago inmerecido pero yo se lo agradezco mucho, porque viniendo de usted…”.
-Señor, muchísimas gracias.
“A sus órdenes”.
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