COLUMNA
Entre la verdad y la ficción
Jorge Luis Falcón Arévalo
LA ÉTICA NO TIENE ESTRUCTURA MORAL
“Las atrocidades no lo son menos si ocurren en laboratorios y se llaman investigación biomédica”.George Bernard Shaw-
¿De qué demonios sirve, hablar de la no violencia en un discurso elegante de bellas y sublimes palabras con un desplegado matiz de sabias frases y una elocuencia más bella que las pinturas de la Capilla Sixtina? Si la realidad del crimen, se monta en el corcel de la vida cotidiana, sin acordar una solución terrenal. Contando con ello, además de una política dispersa, engañosa y tramposa.
Si queremos y anhelamos paz, debemos enseñar y mostrar en el respeto a todos los seres vivos del planeta. La compasión con los seres humanos y los animales está íntimamente ligada con la misericordia de carácter, de tal suerte que se puede afirmar seguro que quien es brutal con los animales, no puede ser buena persona. “Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral”, dijo Arturo Schopenhauer.
El infame analfabeto es el analfabeto político. No parla, no escucha, no previene o participa de los hechos políticos. Estos avanzan como el sarcoma de kaposi, en las entrañas de la grilla. Estamos indebidamente gobernador por gente maleada y desquiciada de la mente; pero debidamente alineada en las tramas del sabotaje, el atraco y la comercialización, de bienes ajenos.
El idiota, en la antigua Grecia, era simplemente aquél que se preocupaba sólo en sí mismo, de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos públicos y/o políticos. Pronto esta palabra se convirtió en un insulto, ya que en la Antigüedad grecorromana la vida pública era de gran importancia para los hombres libres. Ser un idiota (como persona preocupada sólo de lo suyo) se convirtió en ser un idiota con la acepción actual, ya que en la democracia era considerado deshonroso no participar de ella.
Para poder empezar a hablar acerca del otro yo del político tenemos que entender su doble discurso. Por ello habremos de apreciar y entender la moral del político esto es importante ver antes el aspecto humano que le compete como persona. Es decir, hay que reconocer que el político como hombre posee un “yo” y que uno de sus instintos básicos será el de velar por su propia seguridad y existencia. En política se llama ambición e insanos intereses.
Mientras satisfaga bajo cualquier circunstancia poder-dolor, su apetencia en todos los órdenes; y, principalmente el medular: el dinero; al político el otro discurso será hablar de paz, del todo está bien. El político se enfrenta ante una gran tentación relacionada al poder. De dejarse llevar, esto haría que se corrompa y solo obre en función a sus intereses y de los suyos, lo que incrementaría la tensión política ya conocida entre amigo-enemigo.
Luego entonces, ¿Quién es el idiota? Los principios de la ética son obligatorios para todos y en todos los escenarios. Sí, es cierto que la ética condena el robo, y que el robo, en determinadas condiciones, de hambre, de necesidad imperiosa, se justifica; no se debe matar, aunque se justifique hacerlo en defensa propia, de la madre, de la mujer, del hijo. Es muy malo mentir, y sin embargo el médico con toda tranquilidad le miente a un enfermo desahuciado para mantenerle el ánimo y seguirle esquilmando unos cuantos quintos.
Por lo tanto, la ética ha construido otra estructura dentro de la moral. Un laberinto de pasiones. Los políticos de antes, distan mucho del actual, solo por un concepto: la vergüenza y la valentía. Antes un político sorprendido en hurto, atentaba contra su existencia. El grillo actual, se va de viajes a Las Vegas, compra casa en los Estados Unidos y de paso un viaje extraterrestre.
En la gobernanza se ha perdido el respeto. Uno miente y el otro engaña. Uno da dádivas; el otro, la recibe y la vende. Por esto y demás el político que tiene una conducta mala, bien se merece la condena, la reprobación, el vituperio, la censura de toda la sociedad; y, que ni se queje como marica. @GradoCero_Gro.
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