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Héctor Contreras Organista

 Un ejemplo de constancia, de coraje y de celo profesional para las nuevas generaciones de periodistas en el estado de Guerrero es Juan Antonio Guevara Campillo, cuyo apodo es “Nikita”, con el que a través de muchos años de trabajo en la información periodística se ha hecho célebre.

Fluyéndole y alentándolo el apellido Guevara, una de las familias fundadoras de Chilpancingo y un corazón pletórico de la riqueza humana de su abuelito don Moisés Guevara, orgullo artístico de Guerrero nacido en Chilapa de Alvarez, Juan Antonio Guevara Campillo (su segundo apellido venido de la nobleza familiar de Martínez de la Torre, Veracruz) a lo largo de muchos años ha sembrado y profundizado en las raíces del deporte guerrerense.
Si bien es cierto que en nuestra entidad han nacido verdaderos titanes y heroínas del deporte y han trascendido las fronteras y han recibido lauros en infinidad de eventos internacionales,  también es cierto que “nadie es profeta en su tierra”. Porque esos atletas distinguidos, aquí en Guerrero jamás -¡Óigase bien!- ja-más han sido objeto de reconocimiento alguno por parte de las autoridades. 
“¡En Guerrero el deporte no es negocio!”, rezan los sacerditos de la política. 
Por eso “Nikita”, en casi medio siglo de tarea informativa resalta. Su relieve laboral ha colocado a esos batalladores del deporte en un sitial donde a nombre del pueblo se les reconoce su valía como sucedió con Mundo García, nombre que “Nikita” propuso y fue seleccionado e impuesto por acuerdo del mundo deportivo a la cancha de futbol rápido de la colonia Los Ángeles, donde Juan Antonio Guevara Campillo, de un terreno pedregoso localizado junto al rastro hizo una catedral al deporte.
En dos ocasiones pude acompañarlo a eventos de trascendencia histórica. Uno, cuando rindió homenaje a lo más granado de las estrellas del basquetbol guerrerense, cosa que ningún promotor deportivo, ninguna institución oficial (a pesar de los millones de pesos que manejan para, según, fomentar el deporte) hicieron jamás. Y el otro, la inauguración de un evento que él denominó “Los Grandes del Futbol”.
A raíz de su trabajo excesivo en favor del deporte -¡porque todos sabemos que así es!- en el más reciente evento deportivo, Juan Antonio Guevara Campillo tuvo que resistir (y sigue resistiendo) un problema cardiaco el cual, según dictámenes médicos, lo obligan a descansar, a retirarse del trabajo, de las preocupaciones y de seguir pretendiendo hojalatear al mundo y prodigando beneficios a favor de sus muchos compañeros deportistas.
En el cuarto 208 de un hospital local lo saludamos. Nos recibió este martes 21 de enero de 2014, dialogamos un par de minutos y nos informó de su estado de salud. Lo acompañaba una de sus hijas quien también nos pidió fuéramos breves. Lo vimos en bata y sentado en un sillón al lado de la cama pero con su carácter de siempre: Firme, consciente de que ahora cosecha el sacrificio producto del esfuerzo de toda una vida productiva, loable, plausible, admirable pero esforzada.
Eso lo aprendió en casa, con los mayores. Pero aprendió no sólo a trabajar, a ser luchón, inquieto, productivo, creativo, constante, batallador y triunfador. Aprendió la lección más valiosa que nos dejó El Maestro de Galilea: ¡”Nikita” aprendió a dar!, y como hasta el mismo corazón lo ha repartido entre quienes necesitan voces de aliento, voces que orienten y no que aturdan, algún día la maquinaria tenía que cansarse. Y ese corazón llegó a su límite.
Si por él fuera, seguiría, seguiría y seguiría luchando por el deporte, haciendo aquí, haciendo allá y fomentando todo lo que a la mano estuviera, y siempre dando.
¿Qué más fortuna puede alcanzar un ser humano cuando por motivos de salud tiene que dejar de hacer lo que por contento de servir hace, que recibir el reconocimiento y el agradecimiento de quienes a lo largo de la vida disfrutan los frutos de ese esfuerzo? ¡Todos somos usufructuarios!
Comentaré algo más: Empecé a ver a “Nikita” en las calles cuando era niño y dirigía el tránsito en Chilpancingo junto con otros pequeñines del escuadrón de Educación Vial. Más tarde llegó a trabajar al lado de su abuelito don Moisés Guevara en la Banda de Música del Gobierno del Estado y en El Conjunto de Cuerdas de la Universidad Autónoma de Guerrero, tareas que recuerda con orgullo y afirma que fue “cita”, es decir, la persona que en el atril colocaba los pentagramas para los músicos.
“Nikita” es un gran electricista, porque estudió esa carrera, detalle que casi nadie sabe. Fue empleado de la Dirección de Tránsito del Estado donde en una carrera meteórica gracias a su inteligencia, capacidad, disciplina y esfuerzo muy pronto alcanzó grados superiores hasta llegar a ser uno de los empleados más relevantes de esa institución donde se ganó el cariño y el respeto de sus jefes y de sus compañeros.
Hace poco se jubiló como trabajador de la Secretaría de Salud, es decir, tiene a su favor una trayectoria sorprendente y por si fuera poco, fue triunfador en la declamación habiendo ganado  reconocimientos a nivel nacional. Recientemente grabó un disco de poemas donde nos hizo favor de invitarnos para hacer la presentación. En broma nos explicó que algunos amigos le dijeron que el disco se vendió más por la presentación que hicimos que por los poemas que él grabó.
“Nikita” labró prestigio haciendo en principio adobes para el deporte, material que al paso de los años se transformó en arca y templo, como reza la parábola de León Felipe. 
No se limita nuestro muy modesto reconocimiento hacia una personalidad, porque esa apreciación se queda corta. “Nikita” es una institución. Una institución que ya está grabada en la historia del deporte en Guerrero.
Referimos al principio de este comentario que Nikita es una ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas, pero, sumamos ahora a nuestra apreciación en que “Nikita” va mucho más allá: Es su quehacer deportivo un ejemplo para las autoridades, porque un solo hombre, luchando contra viento y marea logró hacer tareas que ni las cien administraciones de gobierno más recientes se preocuparon jamás por realizar… ¡Ánimo Nikita, y… a Descansar!

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