ARTICULO

Yo, ciudadano

28 años menos 29 días

Gustavo Martínez Castellanos


La violencia del movimiento telúrico que despertó a más de diez grandes ciudades en el centro-sur de México éste miércoles 21 de agosto nos hizo recordar que hace casi tres décadas la naturaleza sacudió como pocas veces a la capital del país en muchos sentidos. 
Uno de ellos, quizá el más importante, es la conciencia de que se encuentra en una zona sísmica de alto índice de actividad y, por ello, la falta de certeza sobre la llegada de un movimiento de grandes magnitudes es un factor que puede potenciar otros aspectos que la caracterizan: su alta urbanística y su sobrepoblación, principalmente.

Ambos factores inciden en la mala calidad de las instalaciones de muchos de sus servicios, tales como las redes de agua potable, alcantarillado, gas doméstico, calles y avenidas, transporte público y albergues para casos de emergencia.
En las grandes ciudades, los encargados de estos factores, el personal de protección civil y la gente tienen que saber manejar los mismos códigos no sólo de entendimiento sino de conducta que los vuelvan operativos en caso de cualquier desastre. 
¿La ciudadanía entiende esos códigos, esos procesos y las metas a alcanzar?
La mañana del 18 de septiembre de 1985 nadie sabía ni siquiera que hubiera en México una dependencia llamada protección civil, la cultura emergida de las políticas de represión de aquellos gobiernos hacía que la gente entendiera lo civil como la situación ciudadana opuesta a lo militar, no como una postura hacia los problemas de su ciudad como de la competencia de todos, tanto en sus orígenes como en sus soluciones. 
Por ello, podemos decir que la más grande sacudida que sufrieron la ciudad de México y el país por el terremoto de 1985 fue una sacudida de conciencia. 
Sin embargo, aún con eso, a casi tres décadas de distancia, hay partes del país en las que aún no se entiende el significado de lo civil ni de la protección civil. 
Con Paulina, (1997), la gente no veía el problema a nivel ciudad: algo que nos fuera a afectar a todos; sino a nivel personal, familiar y, si acaso, barrial. Para ella el resto de la mancha urbana era problema de las autoridades. Y continúa creyéndolo.
Este miércoles 21, todos o casi todos los padres de familia llevaron a sus hijos a las escuelas. Y después de la segunda réplica tuvieron que regresar por ellos. Las autoridades tardaron en dar la voz de alerta sobre posibles réplicas de alta magnitud. Las alarmas sonaron tarde. No hubo información inmediata en los medios sobre el suceso. Pocas personas encendieron el televisor o la radio para escuchar las instrucciones de las autoridades locales. Mientras la tierra aún se movía, la ciudad no acababa de despertar. 
Contradictorio, Acapulco aún cuando es una ciudad grande no es una gran ciudad: nuestras tecnologías tanto en materia de detección temprana de temblores como en materia de comunicación son muy rudimentarias. De hecho, la televisión “local” no tiene capacidad para dar información local, sólo repite lo que pasa en el centro del país y la radio no tiene informantes que puedan monitorear lo que ocurre en el momento a esas horas del día. 
Sin embargo, la peor carencia tecnológica es la ausencia de una cultura de protección civil a través de la cual supiéramos actuar con precisión ante estos embates de la naturaleza.
No es difícil arribar a una cultura así. Sólo bastaría con que nuestras autoridades dejaran de jugar con la semántica y echaran a andar las soluciones .
Nos leemos en la crónica: gustavomcastellanos@gmail.com
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