COLUMNA

La cosecha de mujeres

Apolinar Castrejón Marino

“En las medianías del mar
Cupido le dijo a Venus;
ya viste relampaguear
ahora te faltan los truenos;
de un rayo te escaparas
pero de mi… lo veremos”.

 La costa es un lugar cálido y lujurioso, donde la tierra es pródiga. La gente es de sangre ligera, de trato franco y directo, muy preciada de su identidad. Los costeños auténticos eran muy orgullosos de su tierra, de sus padres y de sus costumbres.

En el estado de Guerrero, se le llama costa grande al litoral que colinda con el Estado de Michoacán, y Costa Chica al que se avecina con el Estado de Oaxaca. El Municipio de Acapulco divide ambas costas. La costa chica cuenta con 180 km. y la Costa Grande con  300 km. aproximadamente. 
En ambas costas se produce coco, mango y plátano. Grandes extensiones se dican al cultivo de maíz, de frijol y de ajonjolí. Jamaica, piña y naches y otras frutas exóticas, se cosechan abundantemente, pero la cosecha que nunca se acaba es la de las mujeres.
El clima caluroso y la alimentación rica en productos del mar, provoca que las chicas se desarrollen rápidamente. Una chica de 14 años, es ya una señorita, plenamente desarrollada, física y anímicamente. Y aún las hay más precoces.
La cosecha es la etapa final del proceso de producción agrícola. Y el Estado de Guerrero es muy productivo, a pesar de que el gobierno nunca ha destinado recursos económicos para tecnificarlo y mecanizarlo. Las formas de cultivo son aún muy rudimentarias, pues se basan en la fuerza de los
 animales… y de los hombres.
Con motivo del segundo informe de gobierno de Ángel Aguirre, gobernador priista que llegó al poder cobijado por las siglas del PRD, se han difundido copiosamente carteles, lonas y “espectaculares” dando cuenta de los logros de su “administración”. 
Uno de los “logros” que presume Aguirre es que el Estado de Guerrero es uno de los grandes productores a nivel nacional, lo cual es una vil mentira, pues en estos mismos días, los productores de copra (coco) se quejan de que su producto ha sido abaratado una vez más por los acaparadores.
Es cierto que los productos agrícolas se producen en grandes cantidades, el problema es que nadie quiere comprarlos, porque todos tienen. Los acaparadores ponen centros de acopio en lugares estratégicos y reciben cualquier cantidad de productos, con la complicación de que ellos son los que ponen los precios.
Y si el campesino no quiere venderles a los acaparadores, sus mercancías se echan a perder en pocos días. No puede trasladar sus frutas y comestibles, por la enorme distancia que hay hasta los centros nacionales de acopio (350 km. A la Ciudad de México).
Es el mismo caso de los aguacateros de la sierra, de los meloneros de tierra caliente y de los jitomateros del centro. El estado de Guerrero es el más grande productor de jamaica a nivel nacional. Así es, pero nadie la quiere comprar, ahí andan los campesinos ofreciendo bolsas de Jamaica a 10 pesos por las calles de Chilpancingo. 
Pero la cosecha de mujeres nunca se acaba (según una popular melodía). Cada año llegan cientos de costeñitas a Chilpancingo. Aseguran que traen toda la intención de estudiar, pero a la primer oportunidad se casan con algún mozalbete chilpancingueño, y ya resolvieron su vida.
En Chilpancingo, está muy arraigada la costumbre de que los padres se hacen cargo de sus hijos, aunque ya estén casados y tengan crías (les llaman ninis). Y las madres tienen que cargar con la crianza de los nietos, las costeñitas, son particularmente flojas, inútiles y “fodongas”.
La costa chica tiene la particularidad de ser el reducto de la “Tercer Raíz”, la raza afro mestiza, lo cual le da una gran riqueza de religió, folklore y gastronomía muy admiradas en todo el mundo. 

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