COLUMNA
Apolinar Castrejón Marino
Pues ya estamos en el mes de junio, temporada de lluvias, en que abundan las “clausuras” en las escuelas de todos los niveles, y los niños, los jóvenes y los “maestros” se preparan para las vacaciones.
En este mes se concluye el ciclo escolar “Haiga sido como haiga sido”. Vale mencionar que el ámbito escolar se ha relajado a tal grado que por disposición oficial nadie es reprobado, aunque no haya aprendido nada durante el año.
Tan irreal y fantasioso es el ámbito educativo en México, y más en el Estado de Guerrero, donde los estudiantes terminan sus estudios, pero no es seguro que encuentren trabajo, las autoridades avalan con su presencia y con documentación hasta a las escuelas denominadas “patito”, que casi siempre son propiedad de algún funcionario o alguno de sus familiares.
Muy dados a lo estrambótico y exagerado, hay niños de pre-escolar a quienes obligan a comprar anillos “de graduación”, estudiantes de secundaria que después de la ceremonia de clausura, se trasladan a un salón muy elegante a disfrutar de su cena-baile. Y en el clímax de nuestro espíritu naco, tenemos a estudiantes que se visten de toga y birrete, con chanclas.
Y aunque las autoridades insisten en que las cooperaciones están prohibidas en las escuelas, los maestros siempre encuentran el modo de salirse con la suya. La estrategia más utilizada es ponerse de acuerdo con algún o algunos miembros de la sociedad de padres de familia para que a la hora de hacer tal o cual propuesta ya está bien “planchadita” desde adentro. Así, si alguien se opone, sus mismos compañeros le aplican “fuego amigo”.
Otra ventaja del fin de año lectivo es que los niños y jóvenes pueden aprender alguna manualidad y puede socializar con muchos gentes de su edad y condición. Muchas dependencias e instituciones, ven la ocasión de justificar sus salarios en esta época del año, implementando una serie de “cursos”, para niños y jóvenes.
Mal habilitan algunos espacios para dar sus “cursos de verano” durante las vacaciones, e imparten “cursos” tan inútiles con instructores que se hacen llamar “maestros”, con la complacencia de las “autoridades educativas” y con la permisividad de las madres de familia, a quienes nada les importa si les enseñan o no, solo les interesa que haya un lugar donde dejen o manden a sus hijos parea que se entretengan.
Hasta las madres “chimiscoleras” se inscriben en cursos para aprender cosas “útiles y productivas”, como hacer velas aromáticas, arreglos con basura a la que llaman “naturaleza seca” y repujado de latón. La pregunta es ¿Quién hace los quehaceres de la casa mientras ellas asisten a la universidad de las manualidades?
Vale mencionar que muchas de estas señoras “creativas” han aprendido a hacer bufandas y guantes de estambre, pero pegan con silicón, el dobladillo de los pantalones de su marido, ya que no pueden hacer un hilván. Desde luego tampoco saben pegar un botón y ellas mismas son capaces de acomodar el dobladillo de su falda…engrapándola.
Junio es el 6° mes, tiene 30 días, y precisamente el día 21 es el día más largo de todo el año, debido al movimiento de rotación de la tierra, que provoca más horas de luz. La otra mitad del año es el 24 de diciembre, en que la noche es más larga y el día más corto de todo el año.
En el primitivo calendario romano era el cuarto mes del año, y en la iconografía, se representa como un joven desnudo que señala con el dedo un reloj solar. En la mano derecha tiene una antorcha encendida que simboliza los calores del verano.
Recibió el nombre de Junio como un homenaje a los jóvenes, y tal término dio origen a otros relacionados como junior. Otras versiones aseguran que junio era el mes dedicado a honrar a la Diosa Juno. Una tercera opinión afirma que junio recibió su nombre de Junio Bruto, el fundador de la República romana.
Originariamente, el calendario de Roma se dividía solamente en 10 meses, hasta que Numa Pompilio, el segundo rey de Roma (715-672 a. de C.), adaptó el calendario al año solar y le agregó 2 meses más. En un principio, el año comenzaba en marzo, con el inicio de la campaña militar del ejército romano. Así septiembre era el séptimo mes del año. Los otros meses que conservaron su significado en números son: septiembre (séptimo), octubre (octavo), noviembre (noveno) y diciembre (décimo).
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