COLUMNA


El papiringo  de la Profeco 

Apolinar Castrejón Marino

En México, «Cuando llorar no se puede, también de dolor se canta». Viene a cuento, porque estamos irremediablemente «jodidos». Y como dijo «Don Tiofilito», así hem
os de seguir. Solo nos queda buscar algunas cosas de las que estemos muy contentos y orgullosos, pero ¿Cómo qué?
 Pues mire usted, en México tenemos buen mariachi, tequila y más pirámides que en Egipto. Y además tenemos a Pancho Villa, a Chente Fernández y a millones de futboleros que se idiotizan todos los domingos. 
Somos grandes productores de aguacate para el guacamole y únicos en producción de agave p´al tequila. Y también tenemos lo mejor para comer como chilaquiles, mole y tacos de lo que guste. Somos el tercer país en gastronomía para todo antojo: cabrito, cochinita pibil, corundas, chiles en nogada, pozole.

 Somos tan perros que nos comemos a las iguanas, los chapulines y las víboras. Tenemos jotos como Juan Gabriel, y el potrillo, los más cursis como Manuel acuña y Amado Nervo, hasta premios Nobel como Octavio Paz, y hasta pintores como Diego Rivera, Ian Malaj y Siqueiros. 
Pero lo mejor que tenemos es la gente, acostumbrada a ser clara y directa: en México no hay amigos, hay compas; aquí no nos emborrachamos, nos ponemos «bien pedos»; aquí no decimos «niña linda», decimos ¡está bien buena! 
En México no tomamos cerveza, ¡nos echamos una «chela»! Aquí nadie se dedica al «ocio» en México ¡tenemos hueva! Y no hay ancianos, ¡hay rucos! No tenemos dinero, ¡tenemos lana! Y aquí si tienes lana eres «chingón (@)» y si no tienes, vales madre.
 Para los que no crean, vean el caso de la hija de un funcionario de primer nivel del gabinete del Presidente, quien mandó clausurar un restaurante no´más porque no le dieron la mesa que quería. 
El viernes pasado, al exclusivo restaurante «Máximo Bristot» en la Colonia Roma, llegó la chica Andrea Benítez González. Como el lugar estaba lleno, tuvo que esperar un rato a que hubiera una mesa libre. Pasado un rato, unos consumidores que se encontraban en el interior, salieron a ocupar una mesa del exterior que se habían dejado otros clientes.  
Esto desató la furia de la jovencita, quien exigió la presencia de Gabriela López, dueña del restaurante, y ya al tenerla enfrente le dijo que era hija del Procurador para la Defensa del Consumidor (PROFECO) y que esto le iba a costar la clausura de su negocio.
 Haga de cuenta que era el comercial de las galletas, en el que Ninel Conde les grita a sus guaruras y luego corrige llamándolos guardias, para que se lleven al insolente que le dijo un piropo. O como es muy frecuente escuchar entre los influyentes de rancho: «No sabes con quien te metes».
 Raudos y veloces a las órdenes de la hija del jefazo Humberto Benítez Treviño, tres inspectores llegaron al lugar, comportándose como bestias, que hasta atropellaron a un cliente. Luego de juzgar de manera «expedita» el lugar, colocaron sellos de clausura por presuntas irregularidades en el sistema de reservaciones, y del mezcal que según dijeron, no es de la especie de agave «espadín» (¿?). 
Los medios de comunicación por Internet, Chilanco.com y El periódico Reforma (en línea) difundieron datos del atropello de «la niña». Y como ahora está de moda, por medio del Twiter y otros canales de chismes, «el papiringo» trató de disculpar a su pequeña. Hasta nos reveló que apenas lo operaron, y que le va a decir a su niña «que no lo vuelva a hacer».
 Dicen las malas lenguas que luego le habló a Kike Peña para ponerlo al tanto de la situación. Pero que su mortificación estaba de más porque el Presidente le dijo: No te preocupes Beto, también mi hija Paulina me ha metido en esos líos.

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