ARTICULO
Llorar y no entender
J.M. Gómez
La desagradable tragicomedia que se ha desarrollado en el puerto, con la violación de las turistas españolas como telón de fondo ha propiciado el desfile de una serie de personajes de gobierno con declaraciones totalmente fuera de lugar o discursos motivacionales de segunda adornados por el grito de guerra de «Acapulco está de pie», arremetiendo con furibundo animo en contra de aquellas personas que solo han buscado dar a conocer un estado de crisis al interior de la administración porteña, calificándolos prácticamente de «apátridas y traidores» pero en el acalorado enfrentamiento de las posturas, la frialdad de las cifras reflejan una capacidad casi nula de parte de las clases gobernantes para proyectar la ciudad al protagonismo que tuvo en el pasado.
En 2012 el índice de Competitividad Urbana del Instituto Mexicano para la Competitividad comparó a 77 ciudades a través de 60 indicadores agrupados en 10 subíndices: derecho, medio ambiente, sociedad, macroeconomía, factores de producción, infraestructura, sistema político, internacionales, innovación. Los resultados no pudieron haber sido más negativos para el destino porteño, con una calificación de MUY BAJA y ocupando el lugar 76, cabe destacar que el último lugar de la lista lo ocupo la también guerrerense ciudad de Chilpancingo.
Irónicamente, en estos análisis, los indicadores mejor calificados para el puerto fueron los de Infraestructura y los de relaciones internacionales con el rango de MEDIA ALTA, los mismos que actualmente están siendo objeto de duras exigencias por parte de la opinión pública: unas tortuguiles obras del acabús que han traído el caos vial a las avenidas principales, en tanto que los acapulqueños no tienen claro cómo funcionará ni cuándo entrará en operación; mientras un caso judicial que alcanzo los límites de incidente diplomático y traspasando fronteras producto de un mal desempeño ante la prensa, atenuados con la imagen de un alcalde que llora de frustración pero se resiste a entender que lo que se necesita es el trabajo constante y bien planificado.
Para construir una ciudad competitiva, es necesario partir de lo que es y no de lo que debe ser, parafraseando a Saramago, «toleramos vivir en una sociedad brutal y mal administrada pero no podemos tolerar el leer unos cuantos párrafos que hablan sobre ella», adornándolo con frases rebuscadas de optimismo, ese no es el camino y habrá que ver cómo nos va en el próximo índice del 2013.
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