COLUMNA

La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre

De Laudos y sinvergüenzas

La cereza del pastel de los nuevos ayuntamientos

, sin duda, se representa con los laudos laborales, esos que entran por todos lados y por motivos de oprobio laboral. Ello bajo la premisa de que la ley está del lado del trabajador, sin que ello pudiera ser punto de discusión.

Los trabajadores, asesorados por sus brillantes abogados, llegan a niveles de la hilaridad, y recurren a recursos como el abuso patronal fantasmal, que empecinados en hacerles la vida pesada, los hace trabajar todo el día y casi toda la noche, sin descansos y sin permisos para comer y ni para ir al baño.

Eso, tal vez, y sólo tal vez, sea tolerado para los trabajadores base, esos que hacen vida por un salario quincenal paupérrimo, y que llevan años laborando, y que de repente, en el cambio de gobierno, el alcalde los corre sin ninguna justificación, así sólo por los tomates verdes y la luz de la luna.

Pero lo hacen también aquellos que incurren en actos como inasistencias, incumplimiento laboral, y otros en realidad ni trabajan y sólo aparecen en las nóminas por compromisos políticos, gente que se les llama «aviadores», o de 15 y 30, pero eso no es todo, pues se ha puesto de moda, que rebasando la moral, haya directores de área que se atreven a demandar al municipio.

Es decir, gente de confianza del anterior alcalde, que quieren seguir sangrando al pueblo, y conste que hay que ser claros en este punto: sangran financieramente a la gente, no al alcalde, pues de ganar una demanda, el dinero que se les pudiera entregar, es de los impuestos de la población, y acortan los recursos para obra.

Y los directores de área también se someten al cuadro patético del sufrimiento y hostigamiento laboral para ganar la demanda, por supuesto, asesorados por otro brillante abogado, y arguyen que no descansaban, que el alcalde los tenía trabajando hasta muy noche, que los llamaba en la madrugada para sacar un trabajo, y que hasta los sábados y domingos abusaba de ellos.

Y más aún, se han dado casos de regidores que se han atrevido a demandar al ayuntamiento, y entre sus peticiones, exigen su reinstalación o su liquidación, bueno, luego de todo esto, no sería raro ver a un síndico procurador, o un alcalde, haciendo eso mismo, aunque aquí, sobre todo en el caso del presidente municipal, tendría que acusar al gobernador, o alguien por el estilo, o quizá hasta al pueblo.

Estos casos se están reproduciendo en la entidad, en los nueve municipios de Tierra Caliente y en cada uno de los ayuntamientos de esta región de la Cumplidora y sus 500 pesos y su despensa. De todos estos, ya hemos visto como en San Miguel Totolapan, con Egdy Julián Gómez, regidores del anterior periodo, habían demandado.

Y ahora lo vemos en Pungarabato con directores, o en Cutzamala, hasta con casos lastimosos como el del ex oficial mayor, que quiere que el pueblo le dé lo que no merece. Son casos de la vergüenza, por supuesto, pues como gente de confianza, y por moral, no deben ser despedidos, pero sí ellos mismos presentar su renuncia, pues llegaron con el que fuera su jefe, y con él, en consecuencia, deberían de irse.

Ya el ex gobernador Zeferino Torreblanca Galindo había condenado la práctica en su periodo gubernamental, y dijo en esa ocasión, que los presidentes municipales no tuvieran compasión con los que abusan del pueblo y lo demandan, y les aplicaran mano dura, les llamó sinvergüenzas, y gente sin conciencia.

Y bueno, los más de 2 mil 500 demandas laborales que hacen un monto superior a los mil 500 millones de pesos que heredó Torreblanca Galindo a Ángel Aguirre Rivero, son una muestra del enredo de este caso oprobioso, aunque bueno, el mandatario estatal debe estar más entretenido en hacer crecer su fuerza política que en dar soluciones, pero el asunto allí está, y sigue estando.

Tal vez y también, sólo tal vez, la reforma laboral tenga algo de beneficio en casos como estos de los laudos laborales, donde demandan al ayuntamiento los mismos jefes, que contribuyeron, o fueron ellos mismos, quienes se encargaron de vaciar el edificio del pueblo, y cargaron hasta con el perico.