ARTICULO


Marchas y plantones, dañan 
la imagen de Acapulco

Yeshica Melo de Mojica

 Una característica –que podría, con toda justicia, considerarse defecto– de las personas acostumbradas a tener el mando en el mundo de las empresas es lo que podría denominarse escaso tacto para tratar con quienes consideran inferiores.

Por eso, los empresarios metidos a gobernantes tienen fama de insensibles y ásperos, lo cual eventualmente agrava el encono social, les resta popularidad y les dificulta innecesariamente la solución a los problemas que plantea la gobernanza, para la cual –por cierto– ellos se consideran particularmente duchos.
Le sucedió con frecuencia a Zeferino Torreblanca alcalde y persiguió durante un buen tiempo a Zeferino Torreblanca gobernador. El hombre estaba convencido de que sus esfuerzos, sus gestiones, su enfoque de los problemas y sus propuestas de solución eran los mejores, no sólo porque tenían la mejor intención, sino porque él se había preparado durante muchos años precisamente para eso y tenía experiencia resolviendo problemas en sus empresas.
No entendía, entonces, por qué la gente no podía controlar su desesperación en la exigencia de soluciones a sus problemas.
Pero el hecho es que la gente quería ser atendida por el alcalde en persona y recibir respuestas inmediatas.
Y ahí estaba el desacuerdo. Y luego del desacuerdo: las marchas, las manifestaciones, los plantones y un largo etcétera.
Hasta hoy, que se sepa, las manifestaciones de protesta que se han organizado en Acapulco no tienen que ver con una actitud porfiada del alcalde Luis Walton. (Ha habido protestas en el palacio municipal contra la designación de una funcionaria en la oficina de atención a grupos étnicos, es verdad, pero ahí no hubo porfía; en primer lugar, porque es facultad del edil nombrar a sus colaboradores con la venia del cabildo y, en segundo lugar, porque no sería aconsejable que un gobernante destituya a sus funcionarios sólo para aplacar la irritación de un grupo social, pues al menos tiene que darles el beneficio de la duda).
Sin embargo, Luis Walton sí puede caer en esa situación. Su formación lo coloca en ese riesgo. Son del dominio público varias anécdotas en las que –dicen textualmente quienes la han sufrido–, el empresario ha mostrado su soberbia.
Si esa actitud del munícipe prima a lo largo de su administración, ya puede esperarse cientos de marchas y otras demostraciones de desacuerdo e inconformidad, con todo lo que eso implicará para la economía del municipio, pero, sobre todo, para su principal actividad económica: el turismo.
Si dos marchas organizadas por separado este martes –una de marquesanos afectados por el muelle Majahua y otra contra abusos de policías federales– pusieron en jaque a toda la ciudad fuera de temporada turística, debido a que ésta no tiene suficientes vialidades que puedan utilizarse de manera alterna, ya puede el alcalde imaginarse lo que le harían más de dos movilizaciones simultáneas en temporada alta.
Es verdad que la manifestación pública es un derecho consagrado en la Constitución y es una característica de los sistemas democráticos, pero también es verdad que, en el caso de Acapulco, pueden causar graves daños a la actividad turística, que proporciona la mayor cantidad de ingresos fiscales propios del municipio y del estado, y que da ocupación e ingreso a amplios sectores de la población local.
Resulta penoso ver a visitantes atrapados en el congestionamiento vial derivado de una manifestación, porque vienen a Acapulco huyendo precisamente de eso en sus lugares de residencia, y para librarse de eso por unos cuantos días están dispuestos a pagar hospedaje, alimentación y otros servicios en esta ciudad, lo cual genera una derrama económica de efecto dominó que termina por beneficiar a todos.
Pero más lamentable sería que eso ocurriera como consecuencia de una actitud inapropiada del jefe del gobierno local y justo cuando comienzan a dar resultados los esfuerzos que en materia de promoción desarrolla desde que tomó posesión del cargo el titular de la Secretaría de Fomento Turístico del estado, Javier Aluni Montes. Sería inadmisible.
El presidente municipal del turismo –como a sí mismo se anunció Luis Walton– no puede ser insensible ante este problema, no sería políticamente correcto. Tal vez requiera practicar ante el espejo, cuantas veces sea necesario, la sonrisa gentil y los ademanes amables, y contar hasta 10 antes de dar respuesta a una demanda o una exigencia.
Con toda seguridad, Acapulco se lo agradecerá.
enlaceconjessy@hotmail.com

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