COLUMNA
Apolinar Castrejón Marino
Una vez más, la farsa del «proceso electoral» en México, se ha consumado. Los mexicanos de hoy, lo mismo que los de 1911, están convencidos que ellos han elegido a quien será Presidente de la nación «pésele a quien le pese».
Los noticieros «oficiales» dan cuenta que esta vez, más del 50 % de los mexicanos votaron «libremente» por el candidato de sus preferencias. Y hasta el Tribunal Electoral dejó «muy en claro» que la elección es válida, y no hay nada que objetar. Así que ¡Tejones, porque no hay liebres! otros 6 años.
Pero a los que están muy conformes y hasta entusiasmados por la llegada de «un nuevo gobierno», y por un Presidente electo que firmó cabalmente sus compromisos ante notario público, que se comprometió literalmente a que ganaremos más, que habrá más seguridad y que estará permanentemente preocupado por nosotros, que con su pan se lo coman.
Lo único que sí es seguro es que estará retornando al poder, el mismo partido político que simuló procesos electorales, siendo el partido único, que inventó las figuras del «tapado», del «dedazo» y de las «candidaturas de unidad»; repudiadas por sus mismos militantes.
A nivel internacional, se admiran que está retornando al poder el Partido Revolucionario Institucional, sin haber cambiado su figura, ni sus estatutos, ni su parafernalia. Ahí están las mismas gentes, que llegaron a sus sillas presidenciales y curules gracias a los mismos vicios añejos: mismos discursos populistas, acarreos, compra de voluntades y complicidades.
También están ahí las gentes que se alquilan e inclusive participan «de gratis» en los montajes y como escenografía en torno a la «toma de Posesión» del que llega y el último informe y «mensaje» del inútil que se va «como el perro que se comió la manteca».
El centro de la Ciudad de México luce como un hervidero de gente: Adornos, vallas metálicas, luces, policías albañiles y guías de turistas, son la escenografía regia de este «mes patriótico».
Si de verdad tuviéramos un poco de lucidez, esas vallas que nos impiden el paso, deberían ofendernos, ese lujo que se paga con nuestros impuestos debería ser reclamado para que mejor se invirtiera en balancear los precios de nuestra canasta básica.
Pero sobre todo, deberían movernos a coraje, las mentiras de Felipe Calderón contenidas en un «Informe» que da cuenta de reducción de la pobreza, de mayor seguridad y de la creación «histórica» de empleos para los mexicanos.
Habla de miles de detenidos, pero no dice cuántos de verdad continúan en la cárcel, habla de mejor educación, pero nuestros niños y jóvenes leen con muchas deficiencias y escriben con «horrores» de ortografía y sobre todo «muy mala letra».
¿Los magistrados han «validado» que todo continúe igual?
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