ARTICULO

Día contra el tráfico
sexual de mujeres


Tania Meza Escorza*(CIMAC)


«Mi vida está acabada. Viví el infierno y mi alma está destrozada completamente. Sólo soy Somaly de cara. Mi cuerpo no tiene nada, nada de nada. Cuando has sido violada 20 veces al día durante años, la vida está acabada. Ahora sólo me mueve un objetivo: luchar contra el tráfico de mujeres y todas las formas de esclavitud.
«Se trata de dar la paz a las demás mujeres, a las niñas. Por eso no temo a enfrentar a las mafias mundiales de tráfico sexual, porque no temo a la muerte. ¿Qué es la muerte? Nada, yo ya estoy muerta…».
El anterior es el testimonio de Somaly Mam, la luchadora social contra la trata sexual más reconocida y premiada en todo el mundo, y quien fue vendida por primera vez a los 13 años. Hoy ha logrado rescatar de la prostitución (que siempre es forzada) a más de 3 mil camboyanas y vietnamitas forzadas en todo el mundo.
En cuestión de esclavitud sexual, todo puede comenzar por una cita «a ciegas» contactada en las redes sociales, puede seguir por una promesa de matrimonio y un viaje a otro país, en donde al llegar lo primero que el príncipe azul hará con la princesa rosa, será quitarle el pasaporte «para ponerlo en un lugar seguro». Hasta ahí el sueño, todo lo que sigue será pesadilla.
También puede ser la promesa de una gran oportunidad laboral en otro país, puede ser el secuestro de niñas y niños a la salida de la escuela o de plano la cínica venta de las hijas por parte de los padres.
Sea cual sea el inicio, el desenlace será el mismo: la inmisericorde esclavitud sexual que llevará a la víctima a ser violada de 10 a 20 veces al día, en promedio, a cambio de dinero que ella nunca verá, porque toda la ganancia económica irá a los bolsillos de «el dueño».
Permanecerán tres meses en un país y luego serán llevadas clandestinamente a otras naciones, al otro lado del planeta, en donde volverán a ser prostituidas durante otros tres meses, antes de dirigirse a un nuevo destino donde su suerte no cambiará.
Este infierno se vivirá por lo menos cinco años, tras los cuales las mujeres, niñas y niños esclavizados serán sustituidos por otros más, y serán llevadas a la nueva esclavitud de los trabajos forzados, ya no sexuales, si es que para entonces no han enfermado severamente o muerto. Mientras, en sus ciudades de origen, sus familias serán amenazadas y extorsionadas.
Así es la pesadilla del tráfico sexual. No es una historia aislada, ocurre aquí y ahora, y como una forma de combatir este fenómeno monstruoso de ganancias económicas insospechadas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó el 23 de septiembre como el «Día internacional contra la explotación sexual y el tráfico de mujeres, niñas y niños».
Es obvio que el decreto de un «Día internacional» no le hará ni cosquillas a este espantoso cáncer, pero al menos tiene la intención de concientizar a los gobiernos y a la sociedad civil sobre las causas y consecuencias de este crimen endémico que afecta a todas las regiones del mundo, para realizar acciones que permitan frenarlo.
El origen de este día se remonta a enero de 1999, cuando se llevó a cabo en Dhaka, Bangladesh, la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres, en la que se eligió el 23 de septiembre como «Día internacional contra la explotación sexual y el tráfico de mujeres, niñas y niños».
Desde entonces se estipuló que la explotación y el tráfico de personas son fenómenos ligados desde sus orígenes a las guerras, la esclavitud y el tratamiento de las mujeres como objeto sexual.
Para las Naciones Unidas, el principal objetivo del tráfico sexual han sido los pobres, las personas más desprotegidas como las mujeres y los niños, las y los refugiados y las y los solicitantes de asilo.
Los factores que los empujan a recurrir a estas actividades se explican a partir de elementos como la falta de una distribución equitativa de recursos, bienes y servicios, la pobreza, el hambre, el desempleo, el analfabetismo, la discriminación contra las mujeres, la violencia basada en el género, las políticas de migración restrictivas, las crisis humanitarias, y los desplazamientos por conflictos políticos y armados.
Las víctimas de estos delitos deben enfrentarse a condiciones degradantes ante la negación de sus derechos como la libertad y la salud sexual y reproductiva, principalmente, a condiciones modernas de esclavitud, violencia, abuso sexual, embarazos no deseados, abortos inseguros y tratos crueles e inhumanos.
De acuerdo con la agencia internacional «Infancia hoy», en México hay alrededor de 20 mil niñas, niños y adolescentes, mexicanos y centroamericanos, explotados sexualmente.
Casi un 80 por ciento son niñas de entre 10 y 14 años de edad. Como no todos los casos son denunciados y esta práctica se mantiene en secreto, estas cifras pueden ser mayores.
La trata y el tráfico de personas ocupan el segundo lugar de negocios ilícitos en el mundo, luego del tráfico de drogas. Para combatirlo se requiere darles a los traficantes en el único lugar que les duele: el bolsillo.
Por eso es necesario establecer las condiciones para que la trata deje de ser un negocio, además se requieren avances legislativos no sólo en lo punitivo, sino también en materia preventiva.
Tal como estipula la ONU, hace falta garantizar que niñas, niños y adolescentes sean tratados como víctimas y no como delincuentes, y que sus voces sean escuchadas, porque una mujer, niño o niña traficada es una víctima múltiple: de los traficantes, de los clientes, de sus circunstancias, y de «la invisibilidad» y exclusión a que la somete la sociedad.
Twitter: @taniamezcor
*Periodista y académica hidalguense, doctora en Ciencias Políticas y Sociales, especialista en género y comunicación.

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