OPINION
A la Chavela Vargas
Ayer por la noche, regresé de la costa, cansado y con el mar en los huesos. De pronto sonó el maldito celular y al ver el contenido del mensaje, me percaté que se trataba de las noticias.
Lo demás fue instantáneo. Al ir escribiendo, no releía la línea anterior. Hay una cita a dos rolas em blemáticas de la Vargas y de hecho aparecen unos versos entremezclados que pertenecen a una canción maravilloso que la Diva del tequila cantaba desde «adentro». Y por gueva no les mandé desde ayer como lo hice a los medios donde comunmente escribo. Por la aclaración: I. A.
Lo demás fue instantáneo. Al ir escribiendo, no releía la línea anterior. Hay una cita a dos rolas em blemáticas de la Vargas y de hecho aparecen unos versos entremezclados que pertenecen a una canción maravilloso que la Diva del tequila cantaba desde «adentro». Y por gueva no les mandé desde ayer como lo hice a los medios donde comunmente escribo. Por la aclaración: I. A.
A la Chavela
Isaías Alanís
Recién llegado del mar
me encuentro
con que te has muerto
a tus noventa y tres mil años de edad.
Que te ponga la mano ahí Macorina
para que la muerte
no te cubra con su nada de sonidos
y sigas envuelta en llamas,
girando pendón del firmamento
en la caña brava de tu voz;
inersticio donde macho y hembra se sueldan
y una sola nota sale disparada al universo
donde emerges tú
con tu gabán al cielo
de Tezcatlipoca y Huitzilopochtli
bajo el reinado de la tinta negra y roja
con los brazos extendidos a los confines
clavada en la tierra
con tu guitarra desafinada
y el dolor acidulado por el deseo.
Ya no estas aquí
y te quedas para siempre
hasta que la vida dure
y la canciones rancheras
nos despierten al borde del abismo
donde México se precipita
cercano a ti,
pitonisa del tequila
porque el día en que me dijiste
a que negar que te quiero
se me poblaron los ojos
con millones de luceros
en esta hora
en que el mar
lame con su cola de colores
mis manos
mientras la noche se desespera por el día
y te has quedado sola
en medio del mar que desconozco
y para el cual no hay barcas
ni entenados o nietos de las aguas
que vengan a cantar por ti.
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