COLUMNA
Cosmos
Héctor Contreras Organista
¡La tragedia de Catalina y Catarino!
Catarino Guzmán Mateos, un hombre de 60 años llegó hace 15 a Chilpancingo.
Cinco años antes de salir de su pueblo, Santa María Tonaya, municipio de Tlapa, perdió la vista.
A eso de las 3 de la madrugada despertó con un dolor de cabeza insoportable y dejó de ver.
Era campesino, tenía sus tierras, su tlacolol.
Su padre era rico, pero cuando Catarino quedó invidente sus tres hermanos lo despojaron de sus propiedades:
-¿Pa’ qué quieres tierras si ya no puedes trabajar?
Santa María Tonaya perdió un músico.
Salió con Catalina su mujer y su pequeña hija rumbo a Chilpancingo a buscar ayuda para curarse, fue a los médicos «pero me dijeron que sin dinero no hay cura, vende chivo, vende burro y te vas México».
Tocaba la guitarra y el violín en las fiestas de su pueblo.
La necesidad lo obligó a conseguirse una armónica y aprendió a tocarla muy bien.
Diariamente su mujer lo trae desde su vivienda, de la colonia San Rafael al centro de la ciudad donde, sentado en algún rinconcito de la plaza central toca bellas melodías, desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde que llega su mujer y sus nietos por él.
«No gana mucha» dice en su mitad dialecto y mitad español.
«Dejan dinero que ya no sirve», y nos muestra moneditas de veinte centavos «que en el tienda no reciben».
Hace poco fue conducido por su mujer al Palacio de Gobierno «hablar el secretario del dinero pero dijo no hay dinero, ven l’otro mes a ver si ya hay».
Necesita tres láminas de cartón y «unas costeritas pa’ reglar mi casita porque entra l’agua».
Cuando salieron del Palacio de Gobierno, se dieron cuenta de la tragedia. Catalina, su mujer, perdió su suéter en el palacio.
La mujer lloró mucho y se dedicó a vender dulces en una canastita de astilla que ella misma tejió para juntar dinero y comprar otro suéter.
Acompañada de su nieta recorre todo el día la plaza central vendiendo dulces «pero nadie compra, nadie quiere».
A las seis de la tarde se reúne toda la familia en la plaza central.
Catarino se pone en pie y cuentan las monedas… «para pagar urvan».
Se alejan por cualquier calle de Chilpancingo después de la jornada.
(El artículo fue escrito hace tiempo. ¿Resolvería el gobierno la tragedia de estos guerrerenses?)
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