COLUMNA

Enrique Peña y el nuevo PRI

«En un proceso democrático se deben incorporar al sistema a los que están fuera de él como oposición leal». Juan Linz.

Efraín flores Maldonado.

Es evidente que un partido y su gobierno que no respondan en los resultados de su gestión, a la esperanza y necesidades de los electores, sean rechazados en las urnas en el momento en que los problemas sociales se tornan insolubles. Eso pasa concretamente con el gobierno presidencial panista que a lo largo de 2 sexenios, confirmó a los mexicanos, su incapacidad para solucionar al menos, algunos de los problemas fundamentales del país, como son el desempleo y la estéril e imparable violencia producto de una torpe estrategia de combate al crimen organizado. Los mexicanos hicieron mentalmente un juicio de «Rendición de Cuentas» al Gobierno en funciones y con su voto decidieron un cambio del partido en el poder.
 Desde luego, la mayoría de los electores no votaron por el regreso del viejo PRI, sino por el retorno de un tricolor depurado, moderno, visionario y de mayores resultados. En la votación nacional, la lectura política debe traducirse como el deseo de los mexicanos de que los asuntos del país sean manejados por un equipo encabezado por EPN con las y los mejores hombres y mujeres del PRI; Cuadros Políticos de conocido y reconocido oficio en el ejercicio del poder; Los mejores administradores, técnicos y científicos. El voto para el PRI lleva paralela la exigencia de su urgente y evidente «Reforma Moral»; El acuartelamiento de caudillos, caciques simples y famosos bandidos que en las últimas dos décadas fueron la vergüenza del PRI a nivel nacional y en los estados y que llevaron al tricolor a sucesivas derrotas y en algunos casos, al descredito y la vergüenza nacional. Desde el poder presidencial EPN debe impulsar, la renovación moral del PRI, la recuperación de su pluralidad interna y su incorporación a las dirigencias, en las próximas estructuras del poder nacional y de los estados. La renovación y la restauración de un nuevo PRI es el primer paso para dibujar en la presidencia de México un genuino gabinete de coalición en el que figuren los más representativos hombres y mujeres que militan en sus filas y en los partidos opositores al PRI. Un gobierno integrado de manera plural, será una síntesis de la comunidad política nacional, representativa de la sociedad y generadora de la nueva unidad de los mexicanos; De la gobernanza y la estabilidad política. El nuevo gobierno necesita también un nuevo PRI, sin corruptos, sin caudillos, sin caciques, sin ineptos, sin nepotismos vergonzantes. Sobre todo, el nuevo PRI debe surgir de una depuración frontal a partir de sus dirigencias municipales y estatales. El PRI provinciano todavía esta en manos de algunos gobernadores que lo usan para proteger sus intereses exclusivos sin importarles el prestigio del partido. En los estado sin gobernador del PRI, la situación es vergonzosa, medieval y electoralmente catastrófica, por que desde poderes fácticos, camarillas locales siguen designando a súbditos suyos, dirigentes de los comités estatales y municipales y reparten las candidaturas a diputados federales, locales y presidentes municipales, entre sus empleados, choferes, hermanos, amantes…. y esposas. Tales usos provincianos en esta elección han sido rechazados en las urnas con el consiente voto de castigo. EPN debe oír, entender y atender este reclamo desde la intimidad de la militancia tricolor y desde el corazón de toda la nación. Gobierno nacional de coalición en la pluralidad; Renovación democrática del Comité Nacional del PRI y un cambio urgente y profundo en las dirigencias del Tricolor en aquellos estados en que el PRI fue derrotado, deben ser prioridades del Presidente electo. Si EPN no hace esta renovación en el PRI y en su gobierno, está condenado a ser un presidente débil y por lo tanto vulnerable ante cualquier crisis que aparezca en su gobierno. Es todo.

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