COLUMNA
Apolinar Castrejón Marino
Las vacaciones de fin de cursos traen mucha alegría a los niños y jóvenes, porque ahora pueden levantarse más tarde, desayunar tranquilamente en su casa, viendo la televisión y pasarse el día jugando con sus amigos.
Los más afortunados se van de viaje a otras ciudades y a otras regiones, donde tengan familiares o tengan familias amigas.
También hay quienes se dedican al practicar algún deporte o afición. Muy pocos son los que se preparan para irse a vivir a otra parte, con motivo de estudiar una carrera.
Pero muchas otras familias no pueden darse estos lujos. Infinidad de madres que trabajan y no tienen vacaciones, se ven precisadas a llevarse a sus hijos al trabajo, y otras, tienen que aguantarlos todo el día en casa.
Los centros de trabajo se convierten en anicomios con los niños latosos y sus madres «conchudas».
Bastantes jóvenes aprovechan este período de no clases, para trabajar y así paliar un poco su situación económica.
Otros se ocupan en la casa a atender algún negocio familiar o a realizar algún oficio.
Y usted ¿Cómo disfruta las vacaciones? Los «maestros» se atacan de la risa, por que otra vez se salieron con la suya: prometieron trabajar 200 días en este año lectivo y solo trabajaron 120, ante la complacencia de las inútiles «autoridades» educativas.
El atraso educativo de 80 días representa un 40 por ciento del programa escolar que otra vez no se cumplió. El rezago acumulado de varios años tiene como consecuencia que los jóvenes que terminaron la preparatoria o el bachillerato, no saben ni qué van a estudiar, y los que terminaron no saben cómo van a ejercer sus carreras.
Las «autoridades» educativas creen que «ya libraron» otro año más y que solo hay que ir pensando como sortear lo que vendrá en este año 2012-2013.
Y ya están pensando cómo van a repartirse el nuevo presupuesto, y hasta dónde podrán sustraer algo para sus bolsillos, sin que la opinión pública no se dé cuenta.
Como se ve, a nadie le importan el futuro de la educación. Los niños van a la escuela, en cumplimiento de la «obligatoriedad» que marca la constitución; los adolescentes y los jóvenes van a la escuela sin intención de aprender algo.
Van por que al final de cursos, les entregarán una boleta o certificado que acreditará que cursaron tal año o semestre.
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