CRONIJUEGO

La Jaula de Dios


Jesús Pintor Alegre

Mientras los cuatro candidatos a la presidencia de la República, se aprestan en algo que han llamado debate para este domingo, donde deben de mostrar el músculo y convencer al electorado para que se incline por alguno de ellos, la gente se resigna y ha decidido tomar el show que se habrá de vivir, como una diversión, un acto circense en el que la variedad pudiera ser cualquier cosa, como en la anterior ocasión, donde la edecán Julia Orayen, fue quien más dio de qué hablar.

Pero el tema que deba tomarse en estos momentos es algo más serio, y que debería considerarse en serio: hay diputados locales con licencia que ahora buscan ser alcaldes, o legisladores federales, y estos son los que por ahora deberían marcar la diferencia en lo que hace a lograr la credibilidad del electorado.
Todos hablan de reinventar el mundo en algo ya reinventado una y mil veces, meter la red de agua potable en ciertos pueblos, poner puentes o crear una universidad, ayudar con becas a madres solteras, a estudiantes, trabajar con el campo, y mejorar la educación, ser más incisivo en el tema de la salud para que el gobierno realmente trabaje, o la inseguridad pública.
Promesas que se enciman a nuestra propia realidad, y que llegan a niveles en ocasiones disparatados… por ello hay que hablar de los diputados locales y federales, de cierto.
Bueno digamos que en esta lluvia de promesas y de costales llenos de sueños, ¿por qué no se legisla, o cuando menos se promete, que se buscará obligar a los candidatos a cumplir sus promesas?
Es decir, se vacían promesas al por mayor, así, en tonos hasta ignominiosos, pero no hay una ley, una sola, que hable de obligarlos a cumplir esas promesas a veces hasta baratas.
 Y todo queda en el aire, todo se deshace en las ganas por ver el verdadero cambio que no acaba de llegar, todo se diluye en el juego de intereses y los compromisos amarrados.
Esta tradición perversa no es nueva, en absoluto, si analizamos las propuestas de algunos candidatos, algunos podrán ser factibles, otras, digamos que nadan en la medianía, entre la sensatez y el morbo, unas más son disparatadas y las más, esas que abundan, resultan una verdadera burla a la inteligencia humana.
Pongamos ejemplos así a lo pronto: eso de hacer más leyes para Tlapehuala, por ejemplo, suena como a una bofetada a la misma insensatez… es como si se pensara que el diputado local será la extensión del presidente municipal, o dicho de otra manera, ese diputado local, de llegar a la cámara, será legislador sólo de un municipio, pero encima de eso, digamos, ¿cómo se podrían hacer leyes exclusivas para Tlapehuala?
No por supuesto, el mundo no es tan reducido, es más amplio y más diverso, alguien decía por allí que tal vez se pueda legislar a favor del pan de baqueta o una ley del sombrero, quien sabe cómo haya que imaginarse ese tipo de acciones.
Semánticamente nos encontramos con tropezones de la talla federal, como esa frase perredista que dice «Origen y compromiso que cumple», aquí queda la duda de quién será el que habrá de cumplir, ¿el origen o el mismo compromiso?; eso no es todo, en el caso priista, no hay idea siquiera para el distrito federal, qué exactamente se va a hacer, sólo se presume que van a ganar por su estructura pero no plantean nada.
Parecido a lo que presume Socorro Sofío Ramírez, de que es un candidato ganador, pues gana aquí y allá, pero en eso de los planteamientos, sale con que no importa ser inteligente; o un René Juárez Cisneros, que se llena la boca con palabras malsonantes como guache universitario, para sentirse parte del pueblo, pero que ha olvidado, que esa actitud ya no vende, se desgató todo con Vicente Fox y hasta con Félix Salgado Macedonio.
Toda esa parafernalia debe de apartarse, por salud mental del pueblo, y no se dice sólo por decir, lo que aquí importa es obligar a cumplir a esos que prometen quimeras, no que lo firmen ante notario público pues tampoco sirve de nada, sino que sea por ley cumplir lo que se promete, digo, si quieren los políticos recuperar la confianza del pueblo.
Y si no, pues vaya, que sigan igual, sin evolucionar, estacionados en los tiempos donde la ciudadanía estaba dormida, y se dejaba mangonear, con torta y agua de Jamaica o no, con una paca de láminas de cartón o cuentas de color y actos de hipnotismo.

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