PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

La Ribereña, carretera
de los desaparecidos


MONTERREY, N.L.—Es como si un tramo de la carretera terminara en ningún lado. Se trata de la Ribereña. La carretera que va hacia Nuevo Laredo y donde a la fecha se han identificado al menos 220 casos de personas desaparecidas.
Uno de ellos es Alfonso Moreno Baca, 32 años.Ella es su mamá, la que enfrenta la ausencia sacando fuerzas quién sabe de dónde.
«Pues uno se aferra… es algo bien ilógico porque el corazón está dolido y nuestros sentimientos también…»
Y entonces, cuenta la historia de ese hijo que le duele de una forma inexplicable: «Queremos saber dónde está, saber ¿cómo están? vivos o muertos. Esta incertidumbre es terrible, es una pesadilla, nos aniquila, nos mata día a día…»
«Soy Lucía Baca, soy mamá de Alejandro Alfonso Moreno Baca, un joven de 32 años, hace un año, el 27 de enero él planeó un viaje para ir a visitar a un amigo a Laredo, Texas, nosotros radicamos en el DF, él es ingeniero en sistemas electrónicos y trabajaba en IBM».
Y así empieza ese recorrido que terminó en ningún lado. Alejandro inició el viaje en su coche, solo. Al llegar a Monterrey comió con un amigo y luego siguió hacia el norte.
«8.50 de la noche él paso la caseta de la autopista de Monterrey a Nuevo Laredo y su último contacto que tenemos, fue que él envió un mensaje a su Facebook indicando que estaba pasando la caseta».
No hubo llamadas ni reportes de accidente, nada, ningún rastro.»A raíz de eso ha sido una pesadilla lo que la familia estamos viviendo, es como si la tierra se lo hubiera tragado.»
«Nosotros hicimos la denuncia en Monterrey, claro, desgraciadamente este recorrer nos ha enseñado que la autoridad no levanta una Averiguación Previa, nos levantan una acta circunstanciada que no tiene peso, porque en Monterrey, desgraciadamente, la desaparición forzada no está catalogada, tipificada como delito. Fuimos a Nuevo Laredo pero cuando nos íbamos dando cuenta de la realidad y del peligro… ya no hemos regresado para continuar ahí la investigación».
La familia de Alfonso recurrió a organizaciones de desaparecidos, rastreó otros casos similares y detectaron que tan sólo en esa ruta son más de 220 casos similares.
¡Acelera, Braulio!
«Mi nombre es María Ignacia González Vela, soy del estado de Puebla, mi hijo salió el 27 de marzo del 2011, a las 4 de la mañana, rumbo a Laredo Texas, acompañado de un muchachito que se llama Braulio Hernández Bravo.» Hoy Andrés está desaparecido. Su madre repasa cada momento desde que la pesadilla inició.
Andrés iba a Laredo donde trabajaba desde hace 10 años. El último contacto fue una llamada alrededor de las 9 de la noche de ese 27 de marzo.
«Lo único que me dijo: madre estoy llegando, estoy a dos horas de Nuevo Laredo, pero me acaba de agarrar un retén, tiene como 15 minutos que me agarró un retén y me pide identificarme, me identifico con la licencia americana. Me dijo ¿no trae más? No tengo más, es mi única identificación».
Y repite una a una las frases que quedaron tatuadas en su mente, las última palabras que escuchó en el teléfono.
«Entonces la licencia de Braulio, porque Braulio manejaba la camioneta», me dijo Andrés y me contó que como Braulio no traía licencia, le pidieron dinero.
«Ok, dame 200 pesos de multa, Andrés sacó 200 pesos. Me dice: se los di mamá, y pues ya, ya primero Dios nos vemos mañana. Cuando él me decía eso, nada más yo escuché».
Y luego, un grito a través del teléfono le atravesó el corazón.
«Yo escuché como le gritaba a Braulio, y le gritó, dos veces oí que decía ¡dale Braulio! Y otra vez volvió ¡pero dale, dale Braulio!…
Y se cortó su comunicación. Hasta la fecha, es la hora, más de un año, el 27 de marzo, que no sé absolutamente nada de mi hijo. Yo les ruego a las personas, a alguien que lo haya visto a la autoridad, a todas las personas que me ayuden a encontrarlo, porque es un verdadero infierno».
Saber ¿dónde está, dónde lo tienen, qué le hicieron? Es lo único que pide doña María Ignacia que se arropa en los brazos de su hija, mientras ella también llora.
Los cuatro hermanos de Andrés y sus papás enfrentan desde entonces la ausencia del hijo mayor, a eso se ha sumado la muerte del abuelo al enterarse de la desaparición.
Hasta el último día mi papá me preguntó por Andrés, no pudo superar tanto dolor, tanta incertidumbre, dice.
«Subimos, bajamos, subo y bajo con las autoridades y desgraciadamente nadie, nadie nos dice dónde esté, es una pena que nos está matando»
María Ignacia y Lucía no se conocían, hasta ahora, a fuerza de buscar a Andrés y Alfonso, se encontraron en la misma «Ribereña» que parece haberse tragado a sus hijos.

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