COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 Igual que ayer, lo mismo que anteayer, semejante al hoy y esperemos que ya no más en el mañana los Periodista sigan siendo silenciados por las balas criminales o por los atentados de los intolerantes, de aquellos obnubilados que pregonan a los cuatro vientos ser respetuosos de la libertad de expresión, sobre todo cuando peregrinan en campañas políticas en busca de votos pero enredándose en argumentos absurdos declaran ser proclives a la libertad de expresión pero –siempre el «Pero»- sin que los informadores violenten lo que a ellos afecta: La verdad.

Luego entonces dicen sí pero a la vez reclaman de los informadores el no: «Cállate porque me lesionas, no me dividas a la sociedad, no la obligues a pensar porque trastocas la gobernabilidad».
Ese era el reclamo de los poderosos de las catatumbas contra quienes osaban hacer uso de la palabra razonada; esos fueron los argumentos que la historia de la humanidad recoge y prevalece hasta estos nuestros días.
Eso fue lo que venido de la criminalidad hace 28 años cegó la vida de un mexicano pensante, de un periodista íntegro, de un maestro de la pluma, de un genuino abanderado de la libertad de expresión con repercusión mundial como lo fue Manuel Buendía a quien hoy recordamos y elevamos en la conciencia de la dignidad porque veló para que México tuviera otros rumbos y saliera de la mediocridad en que nos han hundido los sátrapas.
Las balas que el miércoles 30 de mayo de 1984 abatieron en la ciudad de México a Manuel Buendía en proditorio crimen estaban dirigidas no a un hombre sino a la libertad de expresión brillantemente utilizada y honrada por ese hombre, dijo Excélsior, periódico que publicaba su muy leída columna Red Privada.
Las claras circunstancias del asesinato motivaron la indignación nacional.
De ahí surgió una enérgica demanda a las autoridades, demanda que jamás satisfizo al gremio periodístico ni a la sociedad y en consecuencia el hecho infame y la maquinación que lo generó jamás se esclarecieron. Nunca se llegó al fondo. Manuel Buendía fue un periodista documentado, veraz, honorable y valiente, supo abanderar causas nobles y enfrentar con energía aguda y penetrante a los transgresores de la ley, a los defraudadores del pueblo, a los enemigos de México y a los intereses tartufos y agresores. Jamás midió el tamaño de sus adversarios ni se arredró ante la capacidad para el mal de quienes fueron blanco de sus contundentes ataques.
Cuando su esposa llegó al lugar en que se encontraba el cuerpo inerte de Manuel Buendía dijo: «Prefiero ser la viuda de un hombre valiente y no la esposa de un periodista cobarde».
A 28 años de la muerte de Buendía, ecos de la misma intolerancia del ayer siguen pululando amenazadores en boca de políticos «campañeros» contra la prensa, los periodistas y la libertad de expresión.
Los criminales que mataron a Manuel Buendía se han multiplicado y sus intenciones también.
¿Hacia dónde caminan México y Guerrero con esos intolerantes mal disfrazados de políticos?

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