COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista
 
Don Raúl Acevedo Pardo
-Beisbol, Básquetbol y otros recuerdos-


Mientras se construía la «Casa de los Gobernadores» o «Casa Guerrero», el gobernador Rubén Figueroa Figueroa estuvo viviendo en Chilpancingo en la casa propiedad de don Raúl Acevedo Pardo, que se localiza en la esquina que forman la calle Vicente Jiménez con avenida Lázaro Cárdenas. Es una vivienda agradable y que ofrece mucha tranquilidad con ambiente de frescura, debido a su bien distribuido diseño y vegetación.
En otra época, esa casa fue ocupada por el arquitecto Salvador Amezcua Gross, quien fuera director del CAPFCE en Guerrero. En ese lugar tuvimos la oportunidad de platicar con don Raúl Acevedo Pardo una agradable mañana. Era necesario dialogar con él para conocer detalles de cómo fue su participación en aquellos primeros equipos de béisbol y de básquetbol que hubo en Chilpancingo, y condimentar esa remembranza con sus participaciones en otras actividades, como la creación del Cuerpo de Bomberos.
Don Raúl Acevedo Pardo, siendo muy joven trabajaba en la Planta de Luz de Chilpancingo y le quedaba cerca el estadio del Colegio del Estado. Ahí se jugaba béisbol, y conoció, entre otros grandes deportistas a don Juan Castañón Morales, ingeniero a quien le decían «El Brazo de Oro»; al profesor Luis Montaño Buis, a don Ángel Calvo Bautista, gran pitcher, «y desde ahí me empecé a interesar en el deporte».
El equipo de béisbol era patrocinado por la Maderería de don Reginaldo Sánchez, y lo conformaban trabajadores de la empresa como don Salvador Blanquet. Don Raúl Acevedo jugaba béisbol cuando llegó como gobernador el ingeniero Darío L. Arrieta Mateos. «A él lo conocí –nos dice- cuando fue delegado de Agricultura en Guerrero. Era muy aficionado al béisbol. Cuando llegó como gobernador le dio mayor impulso al béisbol y a la charrería.
«Desde cuando fue delegado nos hicimos amigos. Él fue quien me puso el mote de El Chapeado. Es que en el béisbol a todo mundo le ponen apodo. Primeramente se jugó en los terrenos deportivos del Colegio del Estado. En el Campo Wallece –donde está el cuartel- comenzó a jugarse ya cuando el ejército sentó sus reales en ese lugar. Los equipos con los que competíamos venían de Iguala y Acapulco. Venía un señor muy aficionado, don Salvador Cobos, y él traía equipos.
«Antes de pertenecer al equipo de la Maderería Sánchez teníamos un equipo con don Pancho Silva, el de la gasolinera. Ahí nos reuníamos e íbamos a jugar béisbol, no teníamos uniformes, ni calzado propio, cada quien se compraba sus zapatos. Los bats, los guantes y las pelotas las comprábamos aquí en una tienda que no recuerdo su nombre. Nosotros jugábamos sábados y domingos, pero entre semana íbamos a entrenar.
«El ingeniero Arrieta trajo beisbolistas profesionales, entre ellos vino Cansino y había dos ingenieros agrónomos que vinieron con él pero no recuerdo sus nombres. También llegó Juan Zorrilla, varias gentes. Ellos ya jugaban en un equipo de Petróleos Mexicanos. Aquí había otros equipos, el de don Francisco Cepeda. El hizo un equipo que se llamó ETO, no sé porqué. Éramos dos equipos solamente en Chilpancingo. Nosotros íbamos a Iguala, a Taxco y ganamos algunos campeonatos.
«Cuando llegó el ingeniero Arrieta también le dio mucho impulso a la charrería, al grado que construyó el ‘Lienzo Charro’. Antes, donde ahora se localiza Teléfonos de México hubo una plaza de madera que se llamó El Triunfo, ahí era para la charrería. Cuando llegó don Darío ya trajo equipos de la ciudad de México porque estaba muy bien relacionado. Todo esto sucedió más o menos en los años cincuenta. Don Juan Castañón fue hermano de don Alejandro Castañón, y ellos ya jugaban.
«Recuerdo que jugaba Ángel Calvo, era pitcher zurdo, y era bueno. Yo vi jugar al profesor Montaño, era cátcher. Yo jugué la Primera Base y algunas veces fui Cuarto Bat. Don Darío, el gobernador también jugaba con nosotros en la Primera Base. Ahí conocí a varios militares cuando todavía no eran generales, como al después General Venustiano Carranza, al General Parra. Ellos jugaban béisbol y prestaban las instalaciones del Wallace.
«Ese lugar del Campo Wallace fue construido por unos evangélicos que vivieron aquí, Margarita Shelvin, creo que se llamaba la señora. Vivieron en la esquina del negocio de mueblería de Celestino Gómez, en Corregidora y 5 de mayo, y tenían la propiedad donde es el templo evangélico, y ellos construyeron el campo Wallace. Yo conocí a varias gentes que estuvieron ahí, como el doctor Rodrigo Vega, Epigmenio Rabadán, hermano de la maestra Macrina Rabadán, Dagoberto Tapia, Moisés Villa, ellos estudiaron en el Wallece, era un Colegio de instrucción Secundaria.
«También me di mi tiempo para jugar el Básquetbol, porque yo tenía todo mi tiempo ocupado. Mis compañeros en el básquet fueron el profesor Genaro González Alarcón, de Tixtla; Manuel Vega, Fidel Gallardo, su cuñado Daniel Ramos González, Arturo Memije. Fidel se casó con una hermana de Daniel, que era enfermera. El basquetbol lo jugábamos donde ahora venden los periódicos, era un baldío, donde hicieron el edificio del Tribunal Superior de Justicia.
«El edificio donde están los periódicos, lo hizo don Julio Calva Capetillo para las oficinas del Ayuntamiento, cuando él fue presidente municipal. El Ayuntamiento estuvo antes en el lugar donde fue la cárcel, en la calle de Juárez. La inauguración se hizo con gran alegría, ahí vino Beny Moré a cantar. Desde la época del General Berber se hacían grandes fiestas. En una ocasión llegamos a suspender una estrella gigante, en medio del Palacio de Gobierno, la iluminamos, pero fueron muchos focos. Y cuando el General Catalán Calvo fue gobernador, hicieron canchas de Voli y Básquetbol en Palacio».
En ese momento don Raúl nos mostró una fotografía de uno de los murales del viejo Palacio de Gobierno que pintó Cueva del Río, donde aparecen las imágenes de don Alfonso G. Alarcón, el maestro Margarito Damián Vargas, Pérez Verduzco, el papá de los doctores Jorge, Guillermo y Javier Soberón Acevedo. «Y este trabajador que está aquí es tu servidor, lo pintó Roberto Cueva del Río.
«Como no había luz, tenía yo una plantita para el sonido de los eventos, no había corriente. A veces reparaba yo el motor de la plantita de luz y me captó ahí arreglando el motor. Le ponía yo luz a él para que siguiera pintando. ¡Aquí está El Chapeado! Roberto Cueva del Río fue un hombre muy sencillo, nos llevamos muy bien. Yo empecé a trabajar cuando era gobernador el General Alberto F. Berber. Siendo niño vi tocar a Margarito Damián Vargas.
«Tuve un accidente en la planta. Había un motor con unos pernos y me rompió el pantalón y me ralló la pierna. Nomás había un doctor en la ciudad, no recuerdo su nombre, y no apareció para que me curara, y se lo dijeron a don Alberto F. Berber y lo despidió. Después de eso vinieron el doctor Olea, el doctor Vélez. El general cayó dos meses antes de terminar su periodo, y hubo un intermedio donde vino Carlos Carranco Cardoso. Luego vinieron como gobernador Baltazar R. Leyva Mancilla, don Alejandro Gómez Maganda, todos ellos.
«Cuando era presidente municipal don Julio Calva, el General Leyva le regaló al ayuntamiento una pipa. A Manuel Vega, que era regidor, se le ocurrió la idea de que formáramos el Cuerpo Voluntario de Bomberos. Ese Cuerpo Voluntario se desbarató cuando don Alejandro Gómez Maganda fue gobernador. Fuimos a un desfile a Acapulco, hicimos varias ‘pirámides’, pero el jefe de la Policía quiso que pasáramos a depender de esa corporación y nadie de nosotros quiso, entonces se desintegró.
«A nosotros nos tocó participar en aquella quemazón de la Maderería Sánchez. Vinieron bomberos de la ciudad de México, al frente vino don Evodio Alarcón, que era comandante de los Bomberos del Distrito Federal, él nos regaló botas, impermeables, porque no teníamos nada. Nos decía ‘los encuerados’. Nos decía que era de Tixtla. La quemazón duró varias semanas. Se logró sofocar el fuego con la ayuda de ellos».
«Electra-Chilpancingo» fue una tienda de don Raúl Acevedo Pardo, localizada en la esquina de Madero y Zapata. La casa fue propiedad de doña Gloria Ocampo Heredia, la famosa «Doctora Corazón», hermana de María Luisa Ocampo Heredia, que tenían su domicilio sobre la calle de Madero, donde se encuentra el Tribunal de lo Contencioso Administrativo.
No le pudo comprar la casa porque le pedía por ella 190 mil pesos. Don Raúl le dio el «tip» al doctor Jesús Astudillo quien finalmente la adquirió. «Electra-Chilpancingo» con venta de todo tipo de artículos eléctricos permaneció en ese lugar por más de 25 años.

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