COLUMNA
La ecología y las mentiras
Apolinar Castrejón
Marino Muchos animalitos sirven como mascotas: perros, pájaros y gatos. Algunos menos afortunados son utilizados como juguetes: perritos, tortuguitas y ratones blancos.
Resulta común que las gentes tengan mascotas en sus casas, y que les den atenciones y cuidados.
Pero hay una línea muy delgada entre los humanos con mascotas, y los dementes que dan a los animalitos, la categoría de seres racionales, como si fuesen personas. Las gentes sin familia, que viven, comen y duermen con su perro o su gato, como si fueran de su familia, tienen algo mal en su cabeza.
Hay quienes declaran sin rubor, que se llevan mejor con su mascota que con su pareja, y se vanaglorian de los «sentimientos» superiores de su mascota, son candidatos al manicomio.
Pero lo peor es cuando empiezan a preocuparse más por las vacas y cerdos que mueren en los rastros, que de los niños de la calle.
Es hora de preocuparnos, cuando los jóvenes que van mal en la escuela y que no tienen un trabajo, pero se encuentran muy preocupados por la desaparición de los cocodrilos del Amazonas.
Los protectores de los animales son muy generosos con la naturaleza, mas no tiene ninguna consideración con los seres humanos, ni siquiera con su familia.
Son incapaces de ahorrarle a su madre el trabajo de lavar su ropa o de tender su cama, como si fueran inmunes a la desdicha de seres queridos.
Usualmente estos seres son gente resentida que sufrió carencias o abandono durante la niñez o en matrimonios disfuncionales.
Los amantes de los animales son en su mayoría mujeres, ancianos y homosexuales.
Si observamos de cerca a un protector de animales encontraremos las más de las veces que padece traumas emocionales y que su contacto con la realidad es retorcido.
En algunos casos el resentimiento del protector de animales hacia el ser humano es desproporcionado.
Por ejemplo, prefiere alimentar animales de la calle que a huérfanos y ancianos que mendigan por las calles sin comida ni techo.
Cada quien es libre de hacer lo que quiera con su amor y con su dinero. Lo que no es aceptable es tratar de engañar a la gente de tener un desmedido amor por el planeta o por el medio ambiente.
Primero habría que ver si realmente el presunto ambientalista ha hecho algo material y tangible para resolver algún problema social, o si sus ideas son plausibles para preservar nuestro medio de vida.
Veamos un problema real: Cada Bebé necesita 3000 pañales por año durante 3 años, mínimo ¿Qué hacer con estos desechos? 9 mil pañales apilados ocupan un espacio de 35 metros cuadrados, algo así como el espacio de un departamento.
Pero los pañales usados aumentan 5 veces su tamaño, llenos de porquería ¿Qué hacer con todo esto?
Es imposible que no haya visto usted a un hombrecito que anda por ahí tratando de convencer a la gente de su preocupación por el medio ambiente y de quiere ser Presidente de la República.
Su mentecita inmadura y enana lo lleva a pensar que no sabemos que él solo es un títere de la funcionaria más rapaz que hay en la vida pública de México.
Lo enturbiado de su cabeza, le hace pensar que sus adversarios le tienen miedo, que los tiene asustados ¿Cómo la ve?
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