COLABORACION

La tragedia y comedia
en actividad política12

Baltasar Hernández Gómez.


No es sencillo comparar el arte escénico con la actividad política que es ciencia, técnica y arte, pero intentaré equiparar el análisis de lo que está sucediendo en la política mexicana, a través del modelo intratextual que se utiliza para las obras de teatro, con el propósito de desentrañar las incoherencias y falsedades que envuelven al sistema mexicano. Esto no es fácil, sobre todo si se tiene en cuenta que la política ha sido convertida en una sucesión de procedimientos deshonestos, concertacesiones y arreglos para que siga imperando el establishment. Empiezo:
En primer lugar abordo la estructura dramática que da soporte a las obra, en virtud de que es la parte que sintetiza los acontecimientos y elementos constitutivos de la historia, permitiendo identificar las tramas a relatar. Aunado a lo anterior, en el ámbito político la trama es el mensaje proveniente de los hacedores (creadores de la estrategia) que sólo deja ver la dermis, es decir, un segmento seleccionado de antemano para ocultar muchas situaciones que pueden salirse de control. «Los directores de la obra» tratan de fijar que la meta es convencer al electorado a que vote por su opción para construir un municipio, un estado y un país más desarrollado a través de sus productos. Sin embargo, en la práctica la trama de los intereses grupales y personales exhibe inconsistencias y descubre a los ojos societales (en diferentes grados de impacto, debido a la posición sociocultural y económica) que los mensajes están destinados a la manipulación de las percepciones sociales.
Si bien es cierto que en el teatro también existe el tono para explicar lo trágico, cómico o melodramático de la puesta en escena, en la política mexicana el tono es ofrecido por medio del producto identificado como partido(s) /candidato(s), de tal forma que en 90 días de proselitismo –plazo establecido por la legislación electoral vigente en México- se trata de inyectar elementos simbólicos y persuasivos que, de alguna u otra manera, van a repercutir en la psique social sin mediar ningún tipo de análisis, pues la propaganda en cualquiera de sus facetas tiene una elevada carga de emotividades que son direccionadas hacia el subconsciente, para luego trasladarse a la toma de decisiones.
El espacio
Así pues, los conflictos conforman la parte esencial de la estructura dramática, pues hacen avanzar la acción. En teatro existen varios arquetipos de conflictos, y habrá uno o más que ocupen la atención central de los espectadores, en virtud de que retrotrae el choque de la acción con el público, el cual se materializa en lo que hacen o dejan de hacer los personajes. En política, los conflictos están referidos a las supuestas diferencias de concepción y puesta en marcha de políticas públicas; en los errores de los contrarios; en lo que se hizo o se deshizo, pero sobre todo en lo que se deriva de la llamada encuestología. El conflicto político aparece siempre apegado a cuestiones de militancia, filias y fobias que son manejadas por los estrategas y operadores de las campañas, para que las personas (adherentes, opositores o indecisos) concilien su realidad bajo premisas de dudosa comprobación, ya que el videns supera la capacidad de comparación racional.
Los conflictos teatrales se convierten en encuentros y desencuentros fácilmente detectables, mientras que los políticos son códigos semióticos que se muestran como señales imperativas para dictaminar Sí o No a la imagen, lema o propuesta inmediatista de los productos políticos. Tal parece que entre partidos no existieran diferencias de fondo, sino sólo estilos diferentes para concebir la realidad y variar la dirección de políticas públicas para resolver disfuncionalidades. Los partidos y sus candidatos buscan la confusión de la trama, envolviendo al imaginario colectivo en un encadenamiento de dubitaciones, las cuales son fortificadas por perfiles superfluos y el manejo subliminal de las masas.
Ahora bien, los personajes de la obra son el eslabón final, pues representan la expresión concreta que, con sus acciones y diálogos, llenan espacios, dan vida a los conflictos y presentan la trama y el tono. Hay muchas maneras de clasificar a los personajes: emblemáticos o realistas, complejos o simples, o bien, principales o secundarios. En el caso de la política los personajes son los candidatos, el partido, los slogans y sus presentaciones mediáticas o directas, de acuerdo a la calendarización de la trama.
En México los personajes siempre quieren readecuarse en prototipos prefabricados, como son: populistas, mesiánicos, valentones, intelectuales, conocedores, pragmáticos, entre otros. Luego entonces, los personajes se enfundan en envoltorios de fácil reconocimiento y fijación, a efecto de que sean recordados por los auditorios receptores, quienes los incorporan a través de la sistematización de sus voces, pensamientos, ademanes y manejo proxémico. Personajes políticos que muchas veces debieran utilizar las máscaras y las túnicas del ágora griega y los foros romanos, para que no salga a flote la «perversidad» de sus pretensiones.
En la obra «México 2012» los personajes están montados en una maquinaria que los moviliza por los cuatro puntos cardinales, posicionándolos en los ojos, oídos y terminales táctiles del público receptor: los copetes, los cuerpos anoréxicos, las miradas conciliadoras, la caricatura de profesor, las palabras amorosas, los dichos que quieren producir risas, el regreso de promesas; son el pan nuestro de todos los días. Miles y miles de spots propagandísticos, cientos de miles de volantes, espectaculares, bardas y trípticos, que tienen como destino final los tiraderos de residuos sólidos. Si acaso con el correr de los años, alguna frase, imagen y oferta se quedarán grabadas, pasando a formar parte de la sátira nacional, porque la mayoría son promesas que se incumplen, ofertas para arrancar la compra social a través de sufragios en un tiempo y espacio específico y nada más.
Hasta ahora, desafortunadamente, no hay visos de que los auditorios exijan el cumplimiento de promesas tanto a los vencedores como derrotados a medias (ya que muchos son reciclados en puestos de elección federal o estatal, o bien en cargos gubernamentales), porque de cualquier manera todos los partidos contarán con parcelas de poder, para modificar el marco normativo de la República y el uso de los recursos humanos, técnicos, materiales y financieros para alcanzar sus fines.
La obra teatral del PRI está basada en la recuperación de un pasado que pregonan como glorioso frente a la debacle provocada por las administraciones panistas desde el año 2000. Los colores nacionales, la figura por encima de las ideas, el México que se desgaja y que es necesario rescatar son los guiones principales para que las nuevas generaciones se emocionen por la puesta en escena. La apuesta de los hacedores priistas está en el olvido y en el marketing. El éxito redundará en sacar del baúl de los recuerdos la añoranza institucional aunque para ello la desmemoria haga su aparición para no recordar los miles de errores y actos de autoritarismo y corrupción de gobernantes y políticos, que ahora se remasterizan en la campaña de Peña Nieto.
En lo concerniente al PRD, las tribus de arribistas se han apoderado de las estructuras. Cambiaron el guión de izquierda y cambio por una secuencia de concertacesiones y amarres reformistas. La política del partido del sol azteca fue transformada en el apego al poder, aunque en ello se perdiera la legitimidad de sus cuadros y la penetración en la sociedad. El actor de hace 6 años hoy cambia sus diálogos: de beligerante directo a político amoroso, para sumar adeptos a la causa. Habrá espectadores que se sumen al proyecto de López Obrador y otros que duden de la efectividad de la nueva estrategia y opten por abstenerse o votar por los otros productos políticos.
En ciertas partes de la obra teatral se generan espasmos, pues los que se decían progresistas (como el caso de Rosario Robles Berlanga, exjefa de gobierno del DF) hoy trabajan abiertamente por Peña Nieto. El teatro de la vida cobrará facturas, porque evidentemente muchos perredistas no se vieron beneficiados e irán contracorriente por interés y acomodo para restar votos al candidato de la coalición de las denominadas «izquierdas».
La obra del PAN que protagoniza Josefina Vázquez Mota no tiene ni siquiera entradas suficientes para llenar un foro regional, pues el guión que utiliza no tiene sólidos referentes para apuntalar la puesta en escena. La actriz-política, enfundada en trajes sastre de diseñadores reconocidos y maquillaje a granel está impedida a rescatar los valores y resultados de dos administraciones panistas que pusieron en la lona sus capitales políticos. No puede hablar de cambio de rumbo ni aplaudir lo hecho, pues todo representa debilidad. El elenco la está dejando sola con su soledad, con estadios semivacíos y campañas que no cuajan en las simpatías sociales. Josefina, la que parece estrella de cine en los posters y otra mujer en los actos, sale a cuadro pronunciando monólogos sin acompañamientos. La campaña blanquiazul es, como el gobierno calderonista, una campaña fallida por todos lados.
Del PANAL (Partido Nueva Alianza) qué decir, toda vez que es una organización clientelar apoyada por el sindicalismo reunido en torno al SNTE que dirige Elba Esther Gordillo Morales. Gabriel Quadri de la Torre, quien recibió la candidatura en una cena entre amigos, no cuadra. Es un personaje montado en un escenario que pretende ser dramático-realista, pero que se mueve en la comedia. Una verdadera caricatura. Decía mi padre……………la hecatombe. La figura desparpajada, pero sobre todo el discurso que exterioriza nos deja ver una política denigrante e infame. ¿Así o más? BHG ¤
-que es el lugar donde se efectúa la acción teatral- es eminentemente alegórico, a fin de que los auditorios abstraigan la trama y a partir de ahí adopten/reafirmen para sí estereotipos sociales. En el plano político, el espacio es territorio evocador de necesidades y expectativas, las cuales se encuentran en la propia dinámica social, o bien, son insertadas por el marketing electoral para despertar en los receptores sentimientos de unidad, satisfacción, enojo, adhesión, aislamiento, tranquilidad, etc.

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