COLABORACION

Políticos con su cochina doble moral


Tino Gatica


La política es muy cochina, dicen algunas personas, no necesariamente quienes están dentro del esquema político —pero que sí tienen familiaridad, parentesco, cercanía o simpatía—por lo que manifiestan así su inconformidad, pesar y desilusión sobre cómo observan este asunto.
No obstante, no es «per sé» meramente la política la cochina (entendida por sucia, deleznable o perversa), sino por quienes la han usufructuado y envilecido, e incluso porqué no decirlo, secuestrada.
La política, entendida a toda su cabalidad, es meramente un arte, una carrera, una ciencia. Y no semeja en nada a la piltrafa que nos muestran estas mujeres y hombres políticos, dándonos ahora sí gato callejero de esos que hurgan en la basura por una liebre criada en granja.
La política, no es cochina, ni sucia, son aquellos y aquellas que, metidos en la política, han pervertido esta ciencia cuyos orígenes se pierde en la nebulosa del tiempo y desde los albores de la Humanidad.
Ya las antiguas civilizaciones, las reales y hasta las que se confunden entre ficciones y recreaciones populares, enmarcaron sus destinos con base en la política.
Los grandes filósofos griegos y romanos, así como los mismos seres superdotados o de mentes prodigiosas que nos legaron sus culturas, vivieron enmarcados dentro de un marco político. Y es que la política, como una ciencia es basta, infinita y no circunscribe a un reducido espacio en el que se mueven quienes la han envilecido. La política es también una construcción socio-cultural, así como otras ciencias.
La política misma se usa, aunque sea en forma inconsciente, tanto en la familia, que es el ámbito interno, como en la misma vida pública.
Entonces, si en consecuencia la política es cochina, por extensión y añadidura se puede considerar que no solamente ésta es así, sino de todos nosotros y nosotras, pues la practicamos en forma deliberada o no.
Después de esa pequeña argumentación sobre cómo se tiene el concepto de «política» entre los mismos políticos y sus seguidores, así como una defensa a priori, se tiene que considerar que esta expresión se genera sobre el malestar que se siente cuando no salen las cosas previamente configuradas en la mente, es decir en la idealización, en la abstracción. Teoría y praxis no siempre se llevan de la mano. E incluso en ocasiones son hasta antagónicas. Y de esto lo saben con su propia verdad, las mujeres y los hombres políticos.
De lo anterior se desprende que estos mismos actores y actoras de los espacios políticos, en efecto, teatralizan sus propias tragicomedias, pero siempre utilizando una doble moral que les confiera permanencia en el gusto popular.
No importa que lograr una vigencia, tengan que cometer traiciones, aún en contra de sus propios sentimientos. O lo peor, que después tengan que arrepentirse porque el curso de sus destinos está supeditado a los movimientos de estas aguas que de turbulentas se tornan mansas y viceversa.
Pero esta doble moral se arraiga más en quienes no tienen tanta fuerza espiritual ni calidad ante la sociedad, así como sufrir constantes tentaciones que no atemperaron su ánimo sino que lo debilitaron, pero de inmediato.
Por eso es que en el estado de Guerrero, el fenómeno de esta doble moral es una práctica, constante enfatizada por cualquier grupo político que desea llegar al poder y mantenerse, buscando la perpetuidad. Se entiende que esta templanza es una condición humana, pero la tentación sobre todo en la búsqueda del poder, es la que hace sucumbir a los más débiles, aunque después tengan tarde un arrepentimiento individual.
Aplicado a estas personas que se cobijan en partidos políticos es que al sucumbir a las más mezquinas tentaciones, perforan, vulneran y revientan los principios ideológicos de cada instituto. Por eso es que en esta clase de política, al menos la que está vigente en el estado de Guerrero con un gobernador que es cien por ciento priísta, pero que llegó arropado por un perredismo trasnochado, convenenciero, traidor y pelele se está pagando en la sociedad una factura que no se merece.
Se menciona solamente este aspecto de las tentaciones en esos partidos por su mayoría y porque en verdad aparentan una rivalidad extrema, cuando en el fondo son los mismos: es el mismo PRI el que los engendró. Ese fenómeno de la doble moral se refleja en quienes abanderan a otros partidos políticos de menor alcance, pero sus efectos al parecer pasan desapercibidos o son «la chiquillada» o «paleros» como vulgarmente se les identifica, claro está a excepción del PAN, que tiene arraigo en México, pero no en el estado de Guerrero.
Así es que con una sociedad despierta, pero obnubilada o aterrorizada por brutales efectos directos e indirectos de la violencia institucional y fáctica que lesiona y asesina gradualmente, es posible que tenga que modificar a esa cochina política; pero sobre todo que las y los políticos entiendan que si no modifican su doble moral y la convierten en una sola, o por pedir lo menos que sean más congruentes con sus pensamientos y acciones, lo único que están logrando es encauzar esta inconformidad social hacia la trasgresión, y esta salida no será nada benéfica para la entidad, mucho menos para el país.

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