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Héctor Contreras Organista


Nunca ha gustado a los lectores que en los aportes periodísticos se use el término «dicen», por todo lo que implica, comenzando por la inexactitud del comentario que se pretende hacer, etcétera. Pero, bueno. Hagamos hoy una excepción por tratarse de algo que suponemos resultaría interesante para beneficiar a la capital del estado.
«Dicen» que cuando don Rubén Figueroa Alcocer desempeñaba el cargo de gobernador del estado de Guerrero tenía varias obras en proyecto que beneficiarían a los guerrerenses, algunas especialmente dedicadas a Chilpancingo.
Sobresalía la construcción de las instalaciones de la Feria de diciembre, cuyos problemas principales han sido dos: El primero, la falta de un espacio adecuado para albergar cómodamente a los visitantes y el segundo, igual o más complejo, la presunta falta de honestidad con que los Patronatos manejan los recursos económicos y por lo cual «la prole» les bautizó como Ratonatos.
Mucha gente se queja de las instalaciones actuales de lo que fue la feria. Dicen que ya no hay feria, que lo que queda de la tradición son prostíbulos, cantinuchas de mala muerte, asquerosidad, pestilencia, basura, desorden, espectáculos de carpa pobre que –dicen-, es en lo que los Ratonatos han convertido el «Teatro del Pueblo». Artistas «chafones», como el payaso «platanito» que dicen se vino a mofar a placer de la «Señorita Flor de Noche Buena», y nadie salió en defensa de la joven.
Desde la época que gobernó el estado don Rubén Figueroa Alcocer se analizó que el campo de aterrizaje de Chilpancingo era usado solamente por unas cuantas avionetas y helicópteros, pero la utilidad que se le dio en otros años para favorecer la comunicación con la sierra, la montaña, la tierra caliente y las costas quedó atrás. Dejaron de existir las compañías de Gómez-Méndez, Aéreo-Puebla, Aéreo-vías del Centro y otras . Por ello –se dice- don Rubén Figueroa Alcocer quería gestionar que ese campo de aterrizaje se dedicara para establecer ahí los terrenos de la feria de Chilpancingo, donde, obviamente, habría suficiente espacio para todo tipo de eventos, incluyendo carreras de caballos, pista de autos, etcétera. Pero, bueno, vino desgraciadamente el terrible acontecimiento de Aguas Blancas, separaron a don Rubén del cargo de gobernador y aquí acabó lo que parecía una posible solución para que se rescatara en todo su esplendor la feria de Chilpancingo, la tradicional de diciembre.
Quien sacó de la plazoleta del barrio de San Mateo la celebración de la feria fue el presidente municipal don Elías Naime Némer. Había quejas muy acaloradas de parte de los vecinos porque los borrachos se orinaban a las puertas de las casas que rodean la plazuela. Como era la feria organizada por los mayordomos de San Mateo, no había presupuesto para instalar sanitarios.
Don Alejandro Cervantes Delgado intentó en 1981 darle un sentido diferente en un espacio mayor y ocupó las instalaciones del Vivero «Chilpancingo» para que se hiciera el festejo. Desde hace años es insuficiente, y con eso del cambio de autoridades que se avecina, la feria de este año seguirá en picada o finalmente desaparecerá. Ese es su destino… ¡Se murió mi gallo tuerto!

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