COLABORACION
Chinches normalistas
Apolinar Castrejón Marino
¡Chinches normalistas! ¿Y ahora, qué quieren? Estas y otras parecidas expresiones se escuchan entre la ciudadanía que se anticipa a otra ola de actos vandálicos y de reto a las autoridades, por parte de los estudiantes de las escuelas formadoras de maestros, llamadas escuelas normales.
Y sí, la pregunta es válida ¿Qué quieren esos jóvenes que bloquean las calles y las carreteras, que hacen mítines en la plaza cívica de la Ciudad de Chilpancingo y que toman por asalto las estaciones de radio de la capital del Estado de Guerrero?
Sus comunicados escritos, sus participaciones en la radio y las entrevistas para la televisión son una sarta de reproches y de amenazas al gobierno en turno. En ellos argumentan abandono a la educación y a los estudiantes, «denuncian» represión hacia los jóvenes.
Expresan afirmaciones contra factuales, y chantajean con su presunta participación en el engrandecimiento del país. Y esto es lo mismo que vienen haciendo los últimos 50 años en México.
Pero considerando que los jóvenes adolecen endémicamente de la incapacidad de organizar sus ideas y de expresarlas tanto por el lenguaje oral como escrito, será conveniente revisar el contenido de lo que quieren transmitirnos. O como diría un popular filósofo de la comedia en televisión: ¿Qué quiso decir?
Tomemos en cuenta que por naturaleza, los jóvenes son inquietos. Están en una edad en que experimentan impulsos contestatarios y revolucionarios. Nosotros mismos fuimos inquietos, contestatarios y revolucionarios cuando fuimos jóvenes.
Lamentablemente no tienen su criterio suficientemente definido, y con facilidad son atraídos hacia conductas impregnadas de violencia, sin mayor contenido ideológico y sin propósitos definidos.
Lo único cierto es que en la sociedad mexicana el poder y la riqueza están repartidas entre una clase muy cerrada y excluyente, dejando a los demás sectores en condiciones deplorables y de ignominia.
Los jóvenes intuyen que aunque se esfuercen en estudiar, en buscar trabajo, y en ser creativos, jamás accederán a un buen puesto o a un empleo de acuerdo a sus merecimientos.
En cambio, los hijos de los políticos, de los caciques y de los ricos, aunque sean unos papanatas, tienen asegurado un buen puesto en el gobierno. Los familiares, amigos y compadres de los políticos se colocan fácilmente en puestos de jefes y directivos, aunque no sepan absolutamente nada de los trabajos.
Los jóvenes estudiantes de las escuelas normales, no alcanzan a definirlo bien, pero tiene razón de estar inconformes cuando las autoridades educativas les aseguran que no hay plazas para trabajar en las escuelas.
Como no tienen acceso a la información de las dependencias, no pueden comprobar que de 80000 trabajadores que cobran en la Secretaría de Educación en el Estado de Guerrero, el 20 % tienen doble plaza, y de esos, más de la mitad no las devengan.
Que las autoridades educativas y los sindicatos nos expliquen a los ciudadanos ¿Qué es eso de las plazas con horarios compactados, y de las jornadas extendidas por medio de las cuales la gente cobra el doble y solo trabaja una hora más?
En la Secretaría de Educación, hay una gran cantidad de secretarias, que solo estudiaron bachillerato, pero que cobran las categorías más altas como docentes. Muchos jefes, directivos y aún funcionarios se hacen llamar y firman como licenciados, sin que hayan ido a una facultad, con lo cual incurren en el delito de usurpación de profesión, sancionado por la ley.
En este gobierno en particular, mucha gente que trabajaba en el sector estatal (en donde se requiere menor perfil académico) ha tomado por asalto las dependencias federalizadas, y por obra y gracia del espíritu santo han pasado a ser jefes, y tienen a su mando personal con mayor preparación y experiencia.
Tengamos en cuenta que el pacto social se rompe cuando alguna de las partes no está conforme con su situación.
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