Una lágrima por
la sangre inocente
Juan Francisco Mendoza Huizar
Incontables son ya los casos de homicidios que indignan a la sociedad mexicana, a través del más cruel y triste desenlace en lo que culminan, el andar en busca primeramente del ser querido desaparecido, el dolor se vuelve el combustible interminable de la voluntad de buscar la verdad histórica de los hechos y la tan inalcanzable justicia por el delito que ha llenado de desgracia a millones de familias. Desde Tita Radilla, Javier Sicilia, Fernando Martí, Isabel Miranda de Wallace, familias que se han puesto en primera fila de voces que gritan en medio del desierto, a veces, buscando justicia pero el dolor una vez más se vuelve el altavoz, para tan potente clamor, esperando que al menos con un susurro lejano llegue a los oídos de las
autoridades responsables de administrar la justicia, toque su conciencia y provoque una actitud de voluntad y sensibilidad humana. Esta vez la desgracia inundó el hogar de la familia Morlett Espinosa, pues a 14 meses de la desaparición de su hija, expertos extranjeros en medicina forense, confirmaron que los restos hallados en la delegación Tlalpan de la Ciudad de México corresponden a los de la joven Adriana Morlett, quien en vida era estudiante de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. En medio de una reflexión de los sucesos, surge una pregunta ¿habrá algo qué decir? Por supuesto, seguramente sería la respuesta de Javier Morlett ante tan lamentable suceso, pues las condiciones en las que se dio la desaparición de la joven Morlett, produce una serie de hipótesis objetivas que obligan a decir. Siendo la UNAM la máxima casa de estudios durante 100 años, formando profesionistas de excelencia, siendo la autonomía una característica especial de las universidades que les otorga la libertad de cátedra y de investigación, como una condición exclusiva para arribar al conocimiento, grupos internos alejados de los propósitos fundamentales de la casa de estudios han tergiversado el concepto de autonomía, al punto de propiciar espacios de impunidad en el campus universitario y de sus alrededores. Pudieron ser estas las condiciones propicias, para qué delincuentes que pululan por esa zona puedan cometer su abominable delito, sin darle a la victima la oportunidad de ser auxiliada, por ninguna autoridad, pues la autonomía ante los hechos se traduce como impunidad. El Rector José Narro Robles, ha expresado su solidaridad a la familia Morlett, pero también en medio de esa solidaridad por familiares, amigos y sociedad tocada por el fallecimiento de Adriana, es necesario revisar los sistemas que garantizan la seguridad de los universitarios dentro del campus, en los principales accesos y en los puntos de riesgo diseminados en el contorno, como pueden ser paraderos de trasporte público, rutas de salida, estacionamientos, y sitios oscuros. Por supuesto la exigencia a las autoridades de una investigación profunda y exhaustiva hasta esclarecer totalmente el abominable hecho y castigar a sus autores.
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