COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista


Narración de la Feria de Chilpancingo
-Edición 186-

(Con todo mi afecto, admiración y respeto para mi gran amigo don Salvador López Cuenca, impulsor solitario y por ende titán de la Feria de Chilpancingo)
El acontecimiento más importante que anualmente une a los chilpancingueños en algarabía popular es La Feria de San Mateo Navidad y Año Nuevo que se realiza oficialmente en la capital del estado de Guerrero desde 1825, es decir: 24 años antes que nuestra entidad se erigiera como Estado (cuando pertenecíamos al Estado de México) y 12 años después de realizado el Primer Congreso de Anáhuac; aunque nadie pone en tela de duda que sus orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
El evento consigue innumerables datos derivados de exhaustivas investigaciones que han realizado acuciosos paisanos, señalando que comenzó en una explanada que fue conocida como Los Terrenos de la Virgen, localizada en la parte norte de la iglesia de Santa María de la Asunción, en los festejos de agosto, dedicados a la Patrona de Chilpancingo.
Hay también quienes refieren que la feria tuvo sus orígenes en los festejos septembrinos en honor de San Mateo, pero que debido a la época de lluvias, la celebración se trasladó al mes de diciembre, llevándose a cabo en el corazón del barrio del mismo nombre.
La Feria de Navidad y Año Nuevo, desde entonces, giró en torno al nacimiento del Niño Jesús, desarrollándose desde la noche del 24 de diciembre y hasta el día 6 de enero con la tradición de los Reyes Magos, pero anticipando su anuncio con el cada día más popular Paseo del Pendón que lo comenzó a hacer el pueblo un domingo antes del 24 de diciembre con un recorrido de todas sus danzas por las principales calles de Chilpancingo, rememorando un acontecimiento de 1813, antes de la celebración del Primer Congreso de Anáhuac, cuando don Mariano Matamoros llegó a Chilpancingo y se le recibió enarbolando un pendón, según apuntan los historiadores.
Inicialmente la Feria de San Mateo Navidad y Año Nuevo de Chilpancingo fue un festejo religioso en el que jugaron papel importante para su preservación las mayordomías, particularmente las del Barrio de San Mateo, que eran los organizadores principales y donde solamente algunas casas comerciales locales intervenían apoyando con vestuario a los danzantes.
La participación del pueblo católico de Chilpancingo fue fundamental, porque algunas familias conservaron los libretos que de Europa trajeron algunos frailes que pasaron por estas tierras y enseñaron villancicos y letanías para la realización de una ceremonia singular, en la que los protagonistas principales fueron los niños, ceremonial halagador en que con dulces cánticos se acostaba al niño Dios en los pesebres hechos de heno, llamados «Nacimientos» o «Belenes» de los templos y en muchos hogares, tradición mística que siglos atrás inició San Francisco de Asís, en Italia.
«Los Pastores» o «Pastorcitos», que el 24 de diciembre acostaban al niño Jesús en el templo histórico de Santa María de la Asunción y en las iglesias de los barrios de San Mateo, San Francisco y San Antonio, es una tradición que lamentablemente ha desaparecido, porque las personas que preparaban mediante ensayos con los niños desde el mes de octubre, murieron.
La gente mayor que participó con entusiasmo en la preparación de los grupos de «Los Pastores» de hace muchos años, fueron: Doña Tocha Arcos; doña Elvira García, mamá de Petra García; las señoras Leobarda y Modesta; las hermanas Amalia, Irene y María del Carmen Organista Sánchez que, al parecer fueron las últimas en mantener esa tradición hasta fines de los años 50, del siglo pasado.
Llegaba la pastorela a Santa María de la Asunción el 24 de diciembre a eso de las 8 de la noche. Las niñas con vestido blanco, sombrero de palma forrado con papel crepé azul, y alrededor de la copa un círculo de heno o pascli, calzado negro con tobilleras blancas y un báculo que en la parte superior llevaba cascabeles y sonajas, forrado con pequeñas guirnaldas hechas de papel blanco simbolizando un trébol de cuatro hojas.
Los niños vestían cotón y un pantaloncillo azul que partía de la cintura y llegaba a las rodillas, sujetado por cinta elástica. Usaban calcetas blancas y calzado negro. El sombrero de palma de ellos no era forrado, sólo llevaba heno alrededor de la copa y también usaban báculos que todos los pastores hacían sonar cuando alguno de sus cánticos requería mayor vigor en la marcación de sus cantares.
El 24 de diciembre era la acostada del Niño Dios, y el 6 de enero, la levantada.
En este espacio pretendemos difundir parte de esa tradición que fue olvidada, pero que en su momento envolvieron con alegría y vistosidad multicolor nuestras danzas, nuestra música, nuestra cocina, toda esa gama maravillosa de tradición que estalla en el chirrión tlacololero y nos hermana en el evento máximo del Porrazo de Tigres.
Acudimos al género de la entrevista para nuestro propósito. Diálogos logrados con algunos queridos paisanos con quienes hacemos un breve y delicioso recorrido por el pasado, recolectando estampas del ayer en una maravillosa evocación de La Feria de San Mateo Navidad y Año Nuevo de Chilpancingo.
Al aproximarnos al mes de diciembre del año 2011, resurge en el corazón del pueblo de Chilpancingo el entusiasmo por vivir, como cada año, la fiesta de la Navidad. Escuchar el pito y el tambor que amenizan la danza de Los Tlacololeros; verlos bailar haciendo sonar con destreza sus chirriones; evocando con los cantos infantiles de «Las Aromas» la acostada del Niño Dios y la Misa de Gallo en la ahora majestuosa catedral de la Asunción. Ver pasar en el Pendón, con sus chillantes vestimentas y adornos las danzas de Los Moros, Los Diablos y Los Santiagos; los Manueles y Los Pescados.
Dar la bienvenida a la suntuosidad de las danzas de la Costa Chica, de Costa Grande, de la Tierra Caliente, de la región norte del estado y de la montaña que llegan a hermanarse y a hacer más grande el festejo de mayor concentración popular que se hace en las fiestas tradicionales de nuestro estado.
El pueblo vibra emocionado con las notas alegres del Chile Frito, pero también goza con los sones de la Tierra Caliente y con la Tarima de Tixtla. Chilpancingo es suma de lujuriosa algarabía cuando el Porrazo de Tigres se lleva a cabo en la plaza de toros y vence la habilidad y la fuerza del más diestro en la lucha de cuerpo a cuerpo representando con orgullo a su barrio.
Los trajes regionales resplandecen y exaltan la belleza de nuestras mujeres venidas de los cuatro puntos cardinales de Guerrero y la Señorita «Flor de Noche Buena» desfila en su carro alegórico adornado con gigantescas flores de Noche Buena y hermosas cadenas de cempasúchil, recalcando la identidad del viejo pueblo de Chilpancingo que año con año revive su tradición colorida, suya, pletórica de luz, poesía, canciones y belleza porque a su vez está despidiendo al año que termina y está recibiendo al año nuevo.
Esta es la feria de luz y alegría, la morena feria de amor, morena por tu color, morena porque eres mía, a la que Rubén Mora le cantó y Pepe Castañón rubricó, diciendo: Apúrate, Chata Linda, ya la feria comenzó. Ponte tu vestido guinda y vamos a San Mateo, a ver qué gallo nos brinca para darle un topetón…


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