COLUMNA
La Jaula de Dios
Jesús Pintor Alegre
Cosas de maestros y de valor burocrático. Si bien se podría reprobar el hecho de que en Acapulco un grupo importante de los maestros paristas insistan en no regresar a clases, debe reconocérseles su valor pues por fin, y se dice así, verticalmente, por fin un sector poblacional ha podido mover las hebras sensibles del gobierno del estado, lo ha exhibido y lo ha preocupado.
Los anuncios que han hecho desde el mandatario estatal, Angel Heladio Aguirre Rivero, la secretaria de Educación Guerrero, Silvia Romero Suárez, el calentano Ramón Almonte Borja, de Seguridad Pública, de que ahora sí, ya este lunes o el anterior, los maestros regresaban a las aulas, pues simplemente no ha sucedido de manera total.
Inclusive hay patrullas y vigías marinos y militares en las escuelas, rondines de la policía estatal y federal, los famosos botones de pánico… nada de eso garantiza la seguridad de los maestros y por supuesto, ni de los niños y los padres de familia.
Una postura, la de la población magisterial del puerto, que enflaquece las ganas de los políticos que buscan cargos, como el papá perdido de Memín Pinguín, René Juárez Cisneros, que busca la senaduría.
O los Figueroa; o el cuate este del trauma de Crí Crí, Celestino Cesáreo Guzmán, que se imagina ver en los niños a los que catapultarán su candidatura, o su patrón, el Rambo de Guerrero, con o sin su fusil AR-15, David Jiménez; entre otros tantos que andan inquietos moviéndose como chapulines en comal caliente.
A todos ellos y el resto de los que andan tras el hueso, los profesores les mandan un mensaje directo: han dejado de creerles a los políticos, así de simple y así de llano, con copete o con gallitos, con fertilizante gratuito o con cumplidoras, con dádivas baratas y cuentas de colores. El pueblo, representado por los maestros de Acapulco, ahora hay que reconocerle que por fin ha movido esa insensibilidad de un gobierno laxo.
Las labores de los maestros se suspendieron desde el 25 de agosto, es decir, ya van para el segundo mes, por los 60 días que en contraparte, golpean otra vez, a esa mítica medida de los 200 días u 800 horas que se marcan en el Calendario Escolar. Que amarra su falta de entrega, su facilidad por hacer puentes, su proclividad por el descanso, y promotores de la cultura del menor esfuerzo.
Sin embargo, esta vez hay que reconocerles esa postura, de cierto. Pues la preocupación del gobierno es que lo han exhibido a nivel nacional e internacional, una anarquía en suelo guerrerense que se envuelve en la ineficacia en la aplicación de las políticas de un gobierno llamado de izquierda, y cubierto con la manta de la inutilidad galopante.
Ya el diputado local Florentino Cruz Martínez, en su calidad de presidente de la comisión de Educación, y ex rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, sentenció que en este estado nadie está seguro al 100 por ciento, ni siquiera el gobernador Ángel Aguirre Rivero, bajo esa premisa, entonces se explica que hay que vivir a salto de mata en este terreno minado.
Nada es gratuito en la reacción de este estado libre de clembuterol como nos presume el delegado de la Sagarpa, Jorge Camacho Peñaloza: hay miedo, mucho miedo, pero lo peor es que ese temor se abraza a la inutilidad de los políticos, pues pone en evidencia la sagacidad del experimentado Ángel Aguirre Rivero, a Rambos y Mesías de cartón.
Las autoridades desde ayer anunciaron que de las mil 270 escuelas en Acapulco, el 90 por ciento reanudaron labores, pero muchas, en verdad muchas, se mantuvieron en su postura, bajo la consigna no cantada de que la vida no retoña, y que no tiene sentido trabajar para otras personas, mientras las autoridades políticas y educativas siguen en su verborrea.
La lista es grande del cierre que se mantiene en colonias como: Emiliano Zapata, La Venta, Las Cruces, Coloso, Colosio, Sinaí, Simón Bolívar, entre otras, en las que citaron a los alumnos este miércoles, bajo la idea de que la movilización estatal se pudiera desactivar pues las «garantías» de seguridad de mentiritas del gobierno. Nada está dicho aún.
Algunos medios, incluyendo los electrónicos, han recogido entrevistas de autoridades educativas que se dicen triunfadores, de seguro debe ser porque nuestro Rambo ya también vigila las escuelas, chiscuaros, diputados chabelos, zorrillos, entre otros.
Para esta encomienda, los policías antimotines quizá pudieran utilizar en vez de escudos, las tarjetas cumplidoras, y parapetarse en trincheras con bultos de fertilizante gratuito, enfundados con la vestimenta del guerrero tigre, o jaguares en extinción, en un eterno cuento del nunca acabar.
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