PRIMERA PLANA
Hay un ‘crash’de
valores masculinos
María Pazos Morán.—La ciudadanía islandesa despertó repentinamente de una década de anestesia neoliberal en una mañana de octubre de 2008 con su país en bancarrota. En esta nueva vida, empezaron a organizarse, a intentar entender, a exigir medidas... y a mirar a su alrededor en busca de personas competentes en las que confiar. Así fue como saltó definitivamente a la fama mundial Jóhanna Sigurdardóttir.
«Defendiendo los servicios públicos contrarrestamos el impacto de la crisis»
Destacó por su compromiso con el sindicalismo hasta su entrada en el Parlamento, del que forma parte desde 1978. Cuando en 1994 perdió las elecciones a la presidencia del Partido Socialdemócrata, Sigurdardóttir pronunció su emblemática frase: «¡Mi tiempo llegará!». Y en efecto, en marzo de 2009 llegó a primera ministra, además de elegida, aclamada por la ciudadanía. Desde entonces tampoco ha parado, segura de que su país estaba bien preparado para salir del que califica como «uno de los mayores crash financieros en la historia contemporánea».
«Mi Gobierno está afrontando estos retos con el apoyo de la mayoría de la población, aunque también con gran debate. En dos años hemos reflotado los bancos [previamente nacionalizados], bajado los tipos de interés, reconducido la inflación desde más del 18% al 4%, reducido el déficit público, reestructurado y saneado la deuda de empresas y hogares...». Antes de referirse a que «el país ha recuperado la senda del crecimiento económico y el desempleo disminuye», Sigurdardóttir destaca un elemento: «La protección de nuestro sistema de bienestar ha estado en el centro de nuestra actuación».
Desde 2009, Islandia ocupa el primer puesto en el ranking de igualdad de género que publica el Foro Económico Mundial. ¿Cómo es posible que las mujeres hayan ganado poder justamente a raíz de la crisis? «En los años que precedieron al crash, el sector financiero había sobrepasado todos los límites, corriendo inmensos riesgos, acumulando deuda... Era una cultura de jóvenes varones que giraba en torno a la exaltación de las nociones más estereotipadas de masculinidad». Sí, afirma rotundamente, «podemos hablar de un crash de los valores masculinos».
La primera ministra destaca que la igualdad es causa, a la vez que efecto, de la prosperidad de su país. «Defendiendo los servicios públicos, no solamente protegemos los empleos de las mujeres en este sector tan feminizado, sino que contrarrestamos el impacto negativo de la crisis sobre el bienestar de la ciudadanía».
Pero no hay lugar para la autocomplacencia. «El déficit de mujeres en puestos de dirección empresarial y la brecha salarial de género son nuestros mayores problemas», dice Sigurdardóttir. «El año pasado, el Parlamento aprobó una ley de cuotas en los consejos de dirección de empresas privadas y públicas que entrará en vigor en 2013». «Uno de los objetivos de nuestro sistema de permisos parentales es aumentar la participación de los hombres en las responsabilidades familiares. No debemos subestimar la importancia de este tema», prosigue. El sistema de permisos parentales islandés es el más avanzado del mundo: concede tres meses intransferibles a cada progenitor (de un total de nueve) y los padres toman su parte masivamente.
¿No está aún desequilibrada la balanza? «Desde luego puede mejorar. Nuestra meta es coordinar el sistema de permisos parentales con el de educación infantil, otro factor clave para el alto nivel de igualdad de género en Islandia». «Cuando extendamos el permiso parental hasta los 12 meses y las criaturas sean admitidas en las escuelas de educación infantil a esa edad, veremos una distribución más igualitaria del tiempo dedicado por hombres y mujeres. Pero también tenemos que considerar si los permisos deben ser de seis meses intransferibles para cada uno». Este asunto, reflexiona, «requiere más debate».
Al despedirse, la primera ministra asegura que está en política porque cree que la lucha de los desfavorecidos hace avanzar la sociedad. Y sí, imagina una sociedad futura en la que hombres y mujeres vivan en completa igualdad.
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