COLUMNA



MÉXICO HERIDO
México es un país herido no sólo por la guerra insufrible que ha devastado los hogares de muchas familias mexicanas que nada tienen que ver con el crimen organizado, son las victimas reales, las que Felipe Calderón no ve porque está recubierto por una gruesa capa de informes militares donde le dicen «vamos ganando señor presidente». Él esboza una amplia sonrisa, otras personas lloran.
Más tarde, su estilista lo peina y como miembro de una corte real habrá quien lo ayude a vestir, le ponen la banda presidencial, un traje impecable. Así, con el privilegio de ser el presidente-real, usa «los tiempos oficiales» para explicar lo que ya nadie entiende, lo que nunca se entendió, lo que ha derivado en esas protestas que exigen no más sangre. Las otras
 personas, las familias, las amistades, quienes se solidarizan en los hechos han tomado las calles, las carreteras, se han colocado fuera del palacio de gobierno, caminan en silencio y gritan para liberar un dolor profundo que Felipe «El Valiente» no entiende.
El poeta Javier Sicilia grita en silencio y reclama con la razón por eso que llama «no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada» por la pérdida de su hijo Juan Francisco. Por eso llama los hechos por su nombre: al PRI le reclama la mierda de sistema que dejaron y a Calderón por los 40 mil muertos. Reclama por su hijo asesinado, por Julio César Romero Jaime, por Luis Antonio Romero Jaime y por Gabriel Anejo Escalera, reclama por los 40 mil muertos ¡40 mil!
Son las víctimas colaterales de la guerra donde Calderón –totalmente insensible- insiste en que tiene la razón y la ley para hacer frente a la guerra interna. Lo que no acaba de reconocer es que él no pone a las victimas inocentes, no las siente porque ni son de su familia y porque le han dicho una y otra vez que esas víctimas seguramente estaban involucradas en el narcotráfico.
La marcha de Sicilia es un recordatorio de aquella marcha que también hiciera Maricela Escobedo, allá en el lejano –siempre lejano- Estado de Chihuahua por la falta de justicia, la que nunca encontró por la asesinato de su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo. Maricela Escobedo, como Javier Sicilia, quería encontrar una razón para ese sitio donde «se es simple y dolorosamente nada». Sin embargo como su hija, Maricela, también fue asesinada el 16 de diciembre de 2010, en ese lugar preciso a unos pasos del palacio de gobierno de aquella entidad, aún muerta la justicia no llega.
Guardadas todas las proporciones que se quieran y se puedan tener (si se pudiera) pregunto ¿Acaso Maricela también fue victima de los jueces que tenían la ley y la razón de su lado? Tal y como ha dicho Calderón. Por eso, los jueces dejaron en libertad al asesino de su hija de nombre Sergio Rafael Barraza Bocanegra, quien tal vez, todo apunta que sí, se convirtió después en su propio asesino material, los asesinos intelectuales estaban sentados en una sala de justicia.
LA CLASE POLÍTICA
México está herido por la corrupción y la impunidad. Hay una parálisis financiera con un fuerte olor a crisis económica pre-electoral o postelectoral, lo que sea ya falta poco. Pero de eso no se enteran los políticos, esa clase privilegiada de hombres y mujeres del PRI, PAN, PRD y de los partidos políticos «chiquitos» cuya manutención, es decir, pagarles por existir, nos cuestan miles de millones de pesos para que después se conviertan en gobernantes-reyes, gobernantes-tiranos o gobernantes-fascistas, todo menos gobernantes. Esa clase política se frota las manos ante el proceso electoral que viene, lo demás: la sangre la usan sólo para dirimir las supuestas diferencias entre esos que son iguales e incapaces de entender ese «dolorosamente nada», la poesía que los políticos no entienden. Ellos son el daño colateral de la democracia y la ignorancia.
EL «CARBÓN» LOZANO
En México, la clase obrera está herida, como sucedió en febrero de 2006 de nueva cuenta en mayo de 2011, los mineros de Coahuila fueron tragados por la tierra. Casi 80 víctimas en las dos explosiones sucedidas en un lapso de cinco años, aunque seguramente hubo otras. Esos mineros son víctimas que dejan otro tipo de víctimas, el producto del daño colateral: sus familias. La condición de viudas es común en la zona carbonífera de Coahuila, así crecen las mujeres desde niñas, saben que cuando les toca el turno a sus parejas quizá no vuelvan. Eso quisieran cambiar para no ser ese «simple y dolorosamente nada», parafraseando a Sicilia. Nada con las huérfanas y huérfanos a los que el Estado «protector post mortem» becará para que terminen sus estudios pero nunca les podrá resarcir el daño que provoca el dolor de quedar simplemente en nada. Un futuro negro como la tierra de aquella también lejana zona del país.
Pero ese México, el de los trabajadores de las minas de carbón y de otros productos esenciales para que el resto de las y los mexicanos podamos vivir con ciertas comodidades y facilidades, está herido por la impunidad y la corrupción de funcionarios que además de incompetentes resultan cínicos y sinvergüenzas, como Javier Lozano, Secretario del Trabajo, que en estos cinco años no vio ni supo de los trabajadores de las minas de carbón, que no aprendió nada de la experiencia de Pasta de Conchos, su misión es clara: proteger los intereses de los empresarios y no la vida de quienes laboran en esa zona. Lozano es el enterrador material de los obreros.
Patético, Lozano, apareció como si fuera un reportero más del canal de las estrellas dando las malas noticias desde la mina de Sabinas. Esto sólo puede suceder en este país donde frente a los ojos que no ven, como los de Lozano y del Secretario de Energía, José Antonio Meade, los obreros mexicanos siguen trabajando como si estuviéramos en la Colonia: sin seguridad, lo que termina con sus vidas, ya sea por un «accidente» o porque sus pulmones se llenan de hollín; con salarios de miseria que apenas alcanza para sobrevivir, en tanto los empresarios y gobernantes ponen su inocultable cara de corrupción y de estupidez inhumana. Por cierto, la misma cara que muestra el hoy dirigente del PRI y hasta muy poco gobernador de Coahuila, Humberto Moreira. Así mientras el panista Lozano los entierra, Moreira reza, pero no por los obreros, sino para que los negocios político-financieros no se le caigan.
La «simplemente nada» de la población mexicana se sintetiza en la indefensión, la herida cada vez más abierta y muy profunda que produce el que hoy todos los partidos políticos sean gobierno, las organizaciones cooptadas y la ciudadanía dispersa, engañada o peor aún esperanzada de que «algo» va a cambiar.
LA CONVERSIÓN ENSANGRENTADA
México está herido. En el país las mujeres son asesinadas todos los días y frente a esa violencia generalizada como resultado de la guerra contra el narco, el feminicidio está en otro nivel, en uno donde no se ve.
En Oaxaca, por ejemplo, 25 mujeres han sido asesinadas desde diciembre pasado a la fecha, es decir, desde que asumió el poder eso que llaman el gobierno democrático del cambio, compuesto por una coalición de partidos de derecha-izquierda y un puñado de aliadas organizaciones civiles. Un gobierno que encabeza, pero todo parece indicar que no dirige, Gabino Cué. En 151 días, Gabino Cué y su equipo han hecho mutis sobre el problema de la inseguridad pública que alcanza niveles insospechados y aberrantes como abusar sexualmente a mujeres en un camión de transporte público tras bajar al resto de los pasajeros o abusar de la fuerza física contra mujeres en un «acto» indescriptible de impunidad policiaca en Textitlán. ¿Quién es el delincuente? ¿Quién el mayor misógino?
Oaxaca, siempre herida por la carne viva de esas mujeres que ven pasar el tiempo sin que nadie sea castigado por los hechos cometidos en Loxicha, en la Triqui y ahora en Textitlán. La gente afirma que fueron los priistas. Hoy en los tiempos de cambio la historia se repite, ya no son los priistas, son los panistas, los convergentes, la gente de nueva alianza, los petistas y por supuestos los perredistas, los puros puros y los convertidos del priismo a todas esas especificaciones políticas: priista más panista: diodorista; priista más perredistas: altamiranistas; priista más convergente: gabinistas-montoyista; priista más nueva alianza: piñeyristas, y así sucesivamente hasta el final de los tiempos, hasta las nuevas conversiones. Y todos –sin escape alguno- los políticos conservadores convenencieros son uvistas. Eso podría explicar el enredo que hiere a Oaxaca.
México, como la gente de Oaxaca, está herido y solo. ¿Qué nos queda? Exigir, exigir mucho y parafraseando al poeta Javier Sicilia, yo diría: ¡Estamos hasta el padre de ustedes los políticos…! Porque siempre he creído que las madres no tienen la culpa de esos hijos que nos gobiernan, eso entendiendo la lógica de la abnegación, entrega y dedicación que se venera en este país cada 10 mayo; el origen de la estupidez humana está en otro lado no en quienes de forma voluntaria decidieron ser madres.
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