Columnas
Cosmos
Héctor Contreras
Cada vez que se aproxima un cambio de administración gubernamental, en Chilpancingo, algunos de sus viejos habitantes recuerdan a don Roberto Catalán Mancilla, el célebre «Güero Sol» que fue, de hecho, el Pito Pérez de la capital guerrerense.
Hasta donde la memoria lo permite, lo recordamos allá por los años 50 del siglo pasado, caminar a paso lento por las calles de Altamirano rumbo a la plaza central, que en ese entonces estaba integrado por dos Jardines, el «Bravo» y el «Cuéllar». El primero frente al Palacio de Gobierno y el segundo frente al histórico templo –hoy catedral- de Santa María de la Asunción.
Suponemos que «El Güero Sol» casi siempre llevaba entre pecho y espalda algunos alcoholes tempraneros. Vestía pantalón no de su medida, al estilo Charlie Chaplin, camisa de manga larga, la mitad sin abrochar los botones; calzado un poco desgastado y un sombrero de palma. Usaba chamarra. Don Roberto era albino. Por ello tal vez cuando en una de las bancas del zócalo se sentaba a leer el periódico, lo ponía de cabeza.
Sin duda que era muy inteligente, ingenioso, ocurrente, gracioso a veces y un tanto grosero en otras debido a que se dice que alguna «mala mujer» le dio a beber mezcal adulterado o alguna «toma» que afectó sus facultades mentales. Antes de ello fue Profesor y «se bebía» cuanto libro caía en sus manos. Además, su hermana, la querida y siempre bien recordadas Profesora Lucía Luna –fundadora de la Escuela Normal para Educadoras en el estado de Guerrero- nos dijo hace años que «mi hermano tenía una letra muy bonita».
Ese «Güero Sol» que caminaba por las calles de Chilpancingo, cuando le daban ganas de orinar, lo hacía a media calle. En esa época no había tanto tráfico de vehículos como ahora. Todavía no llegaba la agencia Volkswagen, ni de ninguna marca automotriz a Chilpancingo, y menos sus hermosas vendedoras. Al momento de orinar decía con voz sonora: «¡Cuidado con la pintura!». Al terminar de mixionar se auto alababa gritando: «¡Viva la color de rosa!».
Seguía su camino vociferando otras no muy agradables expresiones y, de hecho casi todo mundo lo apreciaba. Era el clásico personaje que cada pueblo o ciudad tienen y que de alguna manera se distinguen por sus características especiales. La verdad que en Chilpancingo no ha habido otro personaje como él, sobre todo por su ingenio. Había una «patrulla» automotriz de la policía municipal a la que bautizaron como «La Julia», de color rojo, la cual con mucha frecuencia transportaba a la Barandilla al famoso «Güero Sol».
Cuando llegaba a la cárcel, donde estaban enclaustrados reos que se dedicaban a la carpintería y al tejido de palma, alguno de ellos le gritaba: ¡Ese Güero Sol, qué anda haciendo por aquí? Don Roberto contestaba con firmeza: ¡Vengo a ver a mis inquilinos! Se sentía, pues, dueño de la cárcel donde pasaba algunos días en encierro. Fue «el cliente» número uno de esa Penitenciaría, una fortaleza hecha de piedra que hoy alberga a los juzgados federales.
Tal vez sea uno de los pocos mortales que en Guerrero le ha mentado la madre al gobernador de su época. Se platica que en la esquina que forman la avenida Guerrero y la calle de Madero, estaba ubicada la Peluquería de los Hermanos Tapia, muy famosos por la amistad que prodigaban y por ser unos verdaderos artistas, no sólo con la tijera y las máquinas de rebajar cabello. Ellos, los Tapia nacieron en Chilapa pero hicieron gran historia de creatividad en Chilpancingo. Tocaban guitarra, cantaban, pintaban, etcétera.
En la peluquería se daban cita toda clase de clientes. Asistían algunos políticos y vecinos de Chilpancingo. Conociendo lo atrevido e ingenioso que era «El Güero Sol», alguien le dijo: «Güero, te doy diez pesos si le mientas su madre al gobernador», personaje que al parecer vivía en la contra esquina de la peluquería, donde ahora se localiza en Casino del Estudiante.
Salió don Roberto de la peluquería, se paró frente a uno de los balcones de la residencia y a grito pelón exclamó: «¡Que chingue a su madre el gobernador!». El jefe del Ejecutivo de ese entonces estaba en su oficina y muy irritado, desde el balcón le reclamó al «Güero Sol». Salieron los pistoleros a intentar detener al intruso, pero ingenioso como era, «El Güero Sol» agregó: «¡Eso dicen sus enemigos, yo digo: Que viva mi señor gobernador!»… No sólo se ganó los diez pesos sino que la anécdota quedó registrada en la historia del pueblo.
Como anotamos al principio de este espacio, cada vez que había cambio de administración gubernamental, «El Güero Sol» sacaba su ingeniero a relucir, porque hay que decir que fue enemigo de la injusticia a la que combatió dejando, entre muchas de sus protestas, un epigrama escrito en una de las paredes de la cárcel, que desafortunadamente fue borrada: «En esta cárcel sombría, donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga a la pobreza». El epigrama lo recogió a tiempo el Médico don Rodrigo Vega Leyva y lo dejó escrito en uno de sus valiosos libros.
Platican los viejos chilpancingueños que cuando el gobernador en turno estaba dando los nombramientos a quienes habían de ser sus colaboradores, «El Gúero Sol» se paraba a las puertas del Palacio de Gobierno, acompañado de un costal lleno de huesos. A cada politiquero que llegaba le ofrecía un hueso de los que recogía entre los desperdicios de los tablajeros del mercado y la gente reía a carcajadas porque solamente a un personaje como él podía ocurrírsele semejante acción para burlarse de los buscachamba, de los todólogos, de los que la gente calificaba (¿calificaba? como ratas o rateros, acomodaticios, ¡buenos para nada!
Don Roberto Catalán Mancilla fue apoyado económicamente por algunos gobernadores. Le ofrecían algún dinero para que sobreviviera. Uno de ellos fue el General Rafael Catalán Calvo, quien era su pariente, al igual que el General Baltazar R. Leyva Mancilla, pero este no lo apoyó, al parecer lo rechazaba, según comentario que nos hizo su hermana, doña Lucía Luna. Por eso, cuando pasaba frente a las oficinas de Leyva Mancilla, «El Güero Sol» gritaba: «Por desgracia soy Mancilla, por orgullo Catalán».
Cómo hace falta «El Güero Sol» en tiempos «de cambio». Don Humberto Ochoa Campos, padre del diarismo en el estado de Guerrero, en 1946 fundó un semanario que intituló «El Güero Sol», con lo que de hecho declaró que la pureza de la Libertad de Expresión, estaba en «El Güero Sol».