Cultura/social
Muerte de Madero
y Pino Suárez
Apolinar Castrejón Marino
Francisco I. Madero fue un hombre de inteligencia preclara, lo cual le sirvió para crear frases precisas que definían de manera resumida alguna situación determinada.
Al obtener los primeros triunfos legales en contra de los preceptos retrasados de la constitución de 1857 que permitía la reelección del Presidente de la república, exclamó: "Al conquistar nuestras libertades hemos conquistado una nueva arma; esa arma es el voto".
Y cuando emitió el plan de San Luis incluyó la frase "Nunca más gobiernos perpetuos y ciudadanos oprimidos, mexicanos depongamos al dictador, Sufragio Efectivo, No reelección". Esa inteligencia lo abandonó en los últimos momentos de su vida, pues cuando estaban a punto de asesinarlo, sus verdugos queriendo evitar miradas curiosas le ordenaron caminar hacia atrás de la penitenciaría de Lecumberri.
Madero preguntó ¿A dónde vamos? Y sus asesinos le contestaron que iban a entrar por la puerta de atrás. Un tanto sorprendido repuso: ¡Pero si no hay puerta por atrás! Nadie contestó reclamo tan tonto (por lo cual fueron sus últimas palabras). Instantes más tarde lo empujaron para salir del auto, y cuando apenas ponía el pie en el suelo, le dieron un balazo en la nuca, que lo mató al instante.
“El Chacal” Victoriano Huerta los había traicionado el 18 de febrero de 1913 al mandarlos aprehender y luego encerrarlos en la intendencia del Palacio Nacional en calidad de presos. A las 10 de la noche del sábado 22 naterior, Madero y Pino Suárez acaban de apagar las luces y se disponían a dormir, cuando intempestivamente entraron a su encierro el coronel Joaquín Chicarro y el mayor de rurales, Francisco Cárdenas, vestido de charro.
Les ordenaron vestirse, por que los iban a llevar al penal de Lecumberri “donde estarían más seguros”.
Al salir se agregaron al grupo el oficial de rurales Rafael Pimienta, el capitán Agustín Figueras, el cabo segundo Francisco Ugalde y otros dos rurales más. A la puerta de Palacio esperaban dos automóviles negros. Uno era de la marca "Protos", propiedad de Alberto Murphy, sobrino político de Porfirio Díaz, donde fue introducido Madero. Cárdenas se sentó a su lado y en el asiento delantero se ubicaron los dos rurales.
El otro automóvil, era un "Packard", propiedad de Ignacio de la Torre y Mier, yerno de Porfirio Díaz, donde subió el vicepresidente Pino Suárez, custodiado por el capitán Figueras y Pimienta.
Los vehículos partieron en medio de la noche, avanzaron por la calle del Reloj, hoy República de Argentina, y dando vuelta por la calle de Cocheras siguieron hacia Lecumberri. Los automóviles entraron a la calle angosta, empedrada y totalmente a oscura.
El mayor Cárdenas disparó a Don Francisco por atrás, en la cabeza. La muerte fue instantánea. Al mismo tiempo, Pino Suárez fue empujado hacia afuera del otro automóvil, cayó a tierra y Pimienta le disparó un tiro que le penetró por la espalda. Ya herido, Pino Suárez trató de correr y gritó: "¡Socorro, me asesinan! Al oír el grito, Cárdenas volteo hacia donde corría Pino Suárez y con certera puntería le dio un balazo en la cabeza.
El mayor Cárdenas regresó a donde estaba tirado Madero y le disparó un tiro de gracia sobre la cabeza, no obstante que desde el primer disparo había muerto. Los cadáveres fueron llevados a la Penitenciaria, allí envolvieron al señor Madero en un cobertor rojo y el del señor Pino Suárez en una frazada color gris, llevándolos a enterrar en seguida en uno de los patios del edificio".
Después del magnicidio, Cárdenas, disfrazado de traficante de mulas, logró huir a Guatemala. El Gobierno mexicano enterado al respecto, pidió formal extradición a dicho Gobierno, el cual realizó efectivamente las investigaciones para la aprehensión del fugitivo.
El arresto de Cárdenas se llevó a cabo el 20 de diciembre de 1928. "El prisionero fue llevado por la plaza principal de Guatemala, momento en el que, sorpresivamente, sacó una pistola que llevaba guardada en una de sus botas, disparándose rápidamente en la boca y volándose los sesos".
Estos datos están contenidos en el libro “De cómo vino Huerta, y cómo se fue”, del historiador José Manuel Rosas editado por “El Caballito” en 1975.