Cultura/social

Las profecías
de nostradamus
Apolinar Castrejón Marino
Nostradamus es uno de los personajes más enigmáticos a quien se atribuyen poderes de adivinación acerca del destino de la humanidad. Con el paso hacia el año 2000 muchas prácticas e instituciones perdieron credibilidad, una de ellas la Iglesia que durante muchos siglos mantuvo a la gente en el temor de que «Vendría grandes catástrofes y que el mundo se acabaría».
Los científicos en investigadores más prestigiados de todo el mundo coincidieron en poner de moda la «noticia» de que los sacerdotes mayas habían predicho que el mundo se destruiría en el año 2012. Y conforme se acerca esa «fecha fatal», han tenido que ir haciendo rectificaciones, diciendo que no es precisa la fecha según la conversión del calendario maya al de nosotros.
Pero Nostradamus sigue teniendo la misma atención por parte de los historiadores, los científicos y la gente que se preocupa por parecer intelectual y sabihonda. Y es que tiene una personalidad de mago, o de sacerdote de cultos oscuros, y hasta de opositor a la realeza. Escribió acerca de tragedias de las personas y de las naciones, que se han cumplido puntualmente.
Pero cuando predijo que el Rey Enrique II de Inglaterra en un combate, la corte de Enrique y Catalina de Médici, lo tomaron por un loco y mentiroso, pues el Rey no parecía correr ningún peligro y más bien le gustaba estar en banquetes y fiestas.
«El león joven, al viejo someterá
En campo bélico en singular duelo
En su jaula de oro los ojos le atravesarán
Dos heridas en una y después morir, de muerte cruel».
Pero sucedió que durante las fiestas por el matrimonio de su hija con el duque de Saboya el 29 de junio de 1559, se organizaron competencias, presentaciones y torneos para diversión de la gente. Y con el ánimo exaltado el mismo Rey quiso participar en un duelo contra el Conde de Montgomery, 20 maños menor que él. Nadie prestó mayor atención al hecho de que los dos tenían en sus escudos el emblema familiar de un león.
Se enfrentaron con «valor» y gallardía, pero sin olvidar la cordialidad, y el duelo terminó en empate. El Rey vanidoso, exclamó que no podía haber empate, y retó al duque exigiendo la revancha. El Duque aceptó y se lanzaron al siguiente duelo. Al embestirse desde sus corceles, la lanza del conde pegó en la pechera de la armadura del monarca con tal fuerza, que se rompió en una docena de astillas, y siguiendo la fuerza de su brazo, pego en el yelmo del Rey y una enorme punta de madera entró por la visera destrozándole el ojo derecho y penetró hasta el cerebro.
El Rey cayó desangrándose, pero ya no sentía nada. Lo más rápido que pudieron, lo llevaron a sus aposentos y trajeron a los mejores médicos. Lograron contenerle la hemorragia que brotaba por nariz, boca y oídos, pero no pudieron bajarle la fiebre ni devolverle la conciencia. Diez días duró su espantosa agonía y al fin entre estertores y convulsiones, murió el león viejo, víctima del león joven.
Nostradamus hizo predicciones de corte, mediano y largo plazo. A una distancia de solo 50 años, predijo el nacimiento de Napoleón, y a mayor distancia en el tiempo advirtió lo que acontecería con el accidente aéreo (13 de octubre de 1972) conocido como «Los sobrevivientes de los Andes» y la el brutal asesinato masivo de las bombas atómicas que lanzó estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagazaki en agosto de 1947.
Y también describió con siglos de anticipación los horrores de las guerras mundiales a las cuales tomó como el fin del mundo. Predijo los destinos de muchos Papas, políticos y líderes mundiales, pero también supo de los países como Irán, Israel e Inglaterra. Mas la lectura de sus libros es bastante difícil, porque para evitar una confrontación con la Inquisición y otros tribunales nacionales, inventó un método para oscurecer las profecías del libro utilizando juegos de palabras y mezclando idiomas, tales como provenzal, griego, latín, italiano, hebreo y árabe.
Michel de Nôtre-Dame fue de origen judío y nació el 14 de diciembre de 1503 en Saint-Rémy-de-Provence, al sur de Francia. Fue médico de profesión y se las ingenió para conseguir empleo como «consultor astrológico» de la aristocracia francesa. Era tan buen adivinador que el 1 de julio del año 1566, le dijo a su secretaria, Jean de Chavigny, que «no lo encontrarían vivo para el amanecer». Al día siguiente fue encontrado muerto al lado de su cama.

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