Cultura/social

Mario Vargas Llosa
Apolinar Castrejón Marino
No hay nada tan útil como un buen enemigo, al menos para los personajes públicos que necesitan estar contantemente en la percepción de la gente. Los escritores son unos de esos que requieren publicidad.
Mario Vargas Llosa, quien ha sido recientemente confirmado como acreedor al Premio Nobel de Literatura 2010 tiene en su vida algunas páginas olvidadas a poco conocidas por las nuevas generaciones. Los jóvenes son dados a creer que sus ídolos son semidioses, perfectos e inmutables, y que su vida es de eterna bienaventuranza. Así, los jóvenes lectores por lo regular desconocen el ir y venir de los artistas en medio de las pasiones.
Y aquí estamos para recordar que Vargas Llosa tiene una vieja e implacable rencilla contra Gabriel García Márquez, personaje que gusta mucho de figurar en la televisión, la prensa e Internet, para lo cual ha inventado, hasta que ya se iba a morir.
Lo que sí es cierto es que el 12 de febrero de 1976, en una reunión «de amigos» que se realizaba Alicia Moreno de Moya en «La Condesa». Entre los asistentes había colombianos y mexicanos, y cuando llegó el peruano Mario Vargas Llosa corrió la vista mirando a todos los presentes sonriendo. Pero al ver a Gabriel García sentado en un sofá, su gesto cambió de inmediato. Antes de saludar a nadie cruzó la estancia con la cara congestionada de furia y con los puños fuertemente apretados. García Márquez se paro como un felino, solo para recibir tremendo puñetazo en plena cara, que lo mandó «privado» al suelo. Todos estaban estupefactos pues no se esperaban tanta violencia, y por que Mario es un gigantón de 1 metro con noventa, mientras que «El Gabo» apenas llega al 1.68.
A confesión expresa del periodista mexicano Rafael Cardona autor de «El Cristalazo» se sabe que fue él quien lo llevó a la fiesta familiar y que luego del incidente se ofreció para regresarlo a su hotel. Pero Mario parecía más preocupado por otra cosa. Apartando a Cardona le dijo en voz baja que si podía hacer que el incidente no se supiera. Cardona le dijo que él no podía decidir tal cosa, pero que en ese momento hablaría con su director Julio Scherer. Como en esos años no había celulares, entró a la casa y buscó un teléfono, llamó y cuando le contestaron, le dijo a Mario que Don Julio estaba «en la línea». Se repitió la misma historia: Cardona escuchó por la otra extensión que Mario le decía al director de Excelsior «A ver cómo le haces para que esto no se sepa». Del otro lado de la línea Don Julio le dijo clara y pausadamente «Mario, cuando quieras que la gente no sepa lo que haces, no lo hagas en público».
Todos esperaban aún que García Márquez se pusiera violento, pero como estaba demasiado mareado, lo ayudaron a sentarse y le dieron una copa para que se tranquilizara. A pesar de lo ocurrido, parecía demasiado resignado.
Como nadie quería enfrentar la furia de Mario, ni tampoco quería dar motivo para que «Gabo» dijera la consabida frase «No busco quien me la hizo, sino quien me la pague» todos los testigos del lance optaron por un sabio silencio.
Con el paso de los años la verdad salió a relucir, y aquí se las revelamos. El 12 de febrero de 1967 cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos por su novela La casa verde ofreció un ágape en Barcelona a lo más granado de los literatos, entre los cuales se coló el escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien aprovechando la gorra, se puso «medios chiles» y bien «jarioso» se le olvidó el noveno mandamiento y le quiso «llegar» a la esposa de Don Mario, Julia Urquidi.
Tan inteligente y tan «léido» el «gabo» y no sabía que el texto íntegro aparece en el libro del Deuteronomio (Dt/05/21) Ex/20/17 y dice: «No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo».

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