Cultura/social
Apolinar Castrejón Marino
Para no ofender la sacralidad de nuestras instituciones y nuestras autoridades, vamos a decirlo eufemísticamente: Las celebraciones del bicentenario de la independencia no son un éxito.
Aunque la gente no tiene una idea clara de que diablos estamos celebrando, advierte una incongruencia manifiesta de que la libertad no puede celebrarse en escenarios limitados por vallas metálicas, detectores de metales y francotiradores en las azoteas. Tampoco podemos celebrar la independencia de nuestro país encerrados en nuestras casas viendo la televisión, obedeciendo la «amable invitación» de nuestras autoridades.
Independencia e inseguridad.
Resulta verdaderamente deprimente escuchar que en muchas ciudades del país, definitivamente se suspendería la ceremonia de «El Grito», por razones de seguridad, al mismo tiempo que el Secretario de la Defensa Nacional, alardeaba que «…gracias a los soldados, no estamos indefensos ante la delincuencia».
De manera inédita, se advirtió a la ciudadanía que el acceso a las plazas públicas sería severamente restringido, pero además se denotaba que los afortunados que asistieran, deberían ser invitados ex profeso, y que asimismo serían escrupulosamente revisados. Si además haciendo caso a nuestra perspicacia para suponer que más de la mitad de esos asistentes eran policías y militares vestidos de civil infiltrados entre los ciudadanos, pues resulta que estamos en estado de guerra.
Artistas bicentenarios.
La consecuencia de estos y otros desatinos del gobierno, es que los niños y jóvenes continúen siendo ignorantes de nuestra historia patria, de los prohombres que empezaron la construcción de este país que es México y que absurdamente se llama Estados Unidos Mexicanos.
Salta a la vista que el actual gobierno, que se distingue por su apego al clero apostólico y romano, a los dueños de la riqueza y a la sociedad clasista, nunca ha tenido la intención real para participar en la alegría popular de ser libres e independientes. El hecho de poner como organizador de tales festejos a un descendiente del panadero español Ricardo Lujambio, esposo de Mónica Arreola Gordillo, hija de la oligarca de los maestros Elba Esther Gordillo, es más que revelador. Por eso ¿A alguien le extraña que Alonso Lujambio haya elegido para «ambientar» nuestros festejos a renegados «artistas» como Paulina Rubio, Los Tigres del Norte y Aleks Syntek?
Espectáculo a domicilio.
Resulta más que evidente que Lujambio desconoce completamente la pléyade de autores y compositores, intérpretes y arreglistas de nuestra maravillosa música ranchera, la que habla de nutra gente, de nuestras costumbres y de nuestros sentimientos nacionales. Decimos tal cosa por que prefirió gastar sumas millonarias para contratar a Lila Downs, La Maldita Vecindad, y el Instituto Mexicano del Sonido, para amenizar la fiesta en el Monumento a Cuauhtémoc y en la glorieta del Caballito.
El secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio Irazábal, gastó una buena cantidad de nuestro dinero para colocar 45 pantallas gigantescas, pero no crea que eran para toda la gente, fueron para que los vecinos de las colonias «popof» pudieran disfrutar de lo que ocurría en los diferentes escenarios, sin tener que trasladarse de un lugar a otro.
¡Viva méxico!
En el Zócalo hubo varios grupos de mariachis que amenizaron los festejos, hubo desfile de carros alegóricos y una ceremonia ritual del fuego nuevo, como lo hacían nuestros antepasados. Las coreografías masivas con los títulos: «México Unido», «Árbol de la Vida», «El Coloso», «Vuela México» y «Concierto de Flama» fueron solo para mexicanos VVIP (Very Very Importante Person).
Así las cosas, nuestro grito nacional de ¡Viva México carones! esta vez sonó quedito en nuestros hogares, encerrados comiendo los antojitos que comemos todos los días: tacos, tamales y tortas, muy ricos en vitamina «t».
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