Columna
¿Niños especiales?
María Minerva Corona Peralta
El día viernes 10 de septiembre de 2010 tuve la oportunidad de acudir a un evento denominado «La cultura de la diversidad en el Bicentenario». Fue un programa muy peculiar. Pude observar cómo los niños de las ocho zonas escolares en el estado con alguna discapacidad, ya sea visual, auditiva, motriz o intelectual vencen su «incapacidad». Fue una experiencia muy alentadora.
Me viene a la memoria el caso de un pequeño que siendo invidente interpretó en el teclado algunos temas patrios, mientras sus compañeros –también con alguna discapacidad- los bailaban.
Otro caso que me impresionó fue el de un niño que a sus seis años de edad parece un bebé de (cuando mucho) diez meses. No camina. Pero montado en un caballito de madera declamó el poema Independencia sin ningún titubeo o error. Terminó su número con el grito de ¡Viva México!
La Región Centro del estado hizo gala de creatividad y de imaginación. Presentó entre otros actos sencillos, pero muy bellos, alrededor de treinta niños que formaron una «orquesta» que tocó temas alusivos al Bicentenario. ¡Cómo no recordarte, Hugo! Si nos enviaste sonrisas y besos, y nos hiciste aplaudir con emoción y alegría cuando moviste todo tu cuerpo al ritmo de la música.
La pequeña que declamó un hermoso poema, los niños que realizaron un desfile de trajes regionales, los que se convirtieron en «marionetas humanas», y los que nos mostraron cómo debe terminar el «porrazo de tigre»: abrazados como hermanos.
Efectivamente, todos estos niños son «especiales». Nos dieron una muestra de lo que puede realizar una persona cuando se esfuerza y se empeña, a pesar de las dificultades y carencias que tenga, en hacer las cosas bien.
Niños que disfrutan y se sienten orgullosos de lo que hacen: bailar «La iguana» sin una pierna y con muletas parecería imposible ¿o no?, bailar en silla de ruedas con mi pareja que camina normal ¡¡¡¿cómo?!!! Estos niños lo hicieron posible con la mayor naturalidad.
Ellos no se preguntan ¿por qué a mí? En lugar de eso enfrentan la adversidad de sus circunstancias y las vencen con una sonrisa y con una fortaleza increíble.
¿Qué tal si en lugar de llorar y de autocompadecernos imitáramos —aunque sea un poco— de estos pequeños? Con seguridad nuestra familia, nuestra colonia, nuestra ciudad, nuestro país, dejarían de ser tristes, violentos, pobres y mediocres.
¿Por qué estos niños son especiales? La respuesta es obvia: porque saben luchar, saben vencer, saben sufrir. Conceptos que en nuestra sociedad tan hedonista parecen a veces ridículos y anticuados.
Son especiales porque no viven en el pasado, ni se preocupan por el futuro. No piensan en competir, en ser protagonistas, ni en TENER. Sólo SON. Así de simple y así de complejo.
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