Periodismo con libertad
Tino Gatica.—Ejercer el periodismo justamente ceñido a los deseos de la sociedad es un reto titánico. Son pocos los medios periodísticos impresos que han asumido este compromiso. Incluso van más allá: proponen, dan soluciones y se convierten en guías que dejan su huella. Invariablemente otras y otros periodistas seguirán, sobre todo si se identifican o aceptan con humildad esa propuesta.
Sin embargo, uno de los problemas que afectan con especial énfasis es la censura, derivada de las fuentes de poder, tanto de los poderes constitucionales como de los poderes fácticos (los monopolios informativos mismos), entre los que despunta el narcotráfico.
Y lo estamos presenciando con el caso Diego Fernández de Cevallos, que indudablemente se encuentra secuestrado y que por designios del gobierno federal es un tema vedado para las televisoras y en consecuencia las radios. Esta censura total, es una muestra de lo que podría pasar con los riesgos de un sistema de gobierno totalitario o monárquico. En el estado de Guerrero, esta amenaza ya ha sido puesta en práctica por el gobernador Carlos Zeferino Torreblanca Galindo. Cortado con la misma tijera, el gobierno federal y estatal consideran que la libertad de expresión (que es una garantía constitucionalista para las mexicanas y los mexicanos) es un derecho torcido, maléfico, que solamente es una prerrogativa que no conviene sea utilizada por la ciudadanía.
Entonces, navegar con la bandera de la libertad, con los costos y efectos que esto entraña, es complicado, harto difícil y escabroso. Lo sabemos el puñado de estos locos y locas que compartimos la convicción de informar a la sociedad, como única premisa que deviene en la consagración de los demás derechos.
En el tiempo que llevo desarrollando un periodismo sin ataduras, he comprobado las dificultades a las que se enfrentan tanto los reporteros, esos caballitos de batalla según yo; o bien como «tontos útiles» calificativo que interpreta Javier Francisco Reyes y lo retoma de la idea que prevalece en las y los políticos. Y por desgracia son éstos mismos hombres y mujeres integrados al espacio tanto público como privado que los consideran así, aunque en corto utilizan peores expresiones.
En este contexto, el periodismo que busca solamente estar de parte de la sociedad, tiene sus méritos, también su reconocimiento social. No obstante lo anterior, quienes ejercen el poder no lo consideran en esa perspectiva. Al menos no en el Estado mexicano.
Tan solamente aquí en el estado de Guerrero, que el periodismo sea una herramienta de expresión para la población es un peligro tanto para los poderes establecidos y los fáctivos. Se ha demostrado que no ocultan su animadversión, demostrándolo en muchas ocasiones.
Navegar con esta única bandera libertaria, cada día, es una odisea. Pero los saldos al final de la perseverancia cotidiana están a la luz: se abren los ojos y se expande la mente; se difumina la opacidad, u oscuridad en otros casos.
Ciertamente que los medios informativos impresos, tienen que vender los espacios, para eso la publicidad. Ciertamente. Pero no se tiene que vender, negociar, ocultar o negar los sucesos. Es notorio el predominio del peridismo comercial, pero se podría justificar para los mercaderes. No quedaría la venta del periodismo, para quienes han entendido la vitalidad del servicio informativo a la sociedad.
Y el periodismo vendido (ya no la prensa vendida), con su contraparte el periodismo que informa, concientiza y despeja la penumbra es notoria.
Tino Gatica.—Ejercer el periodismo justamente ceñido a los deseos de la sociedad es un reto titánico. Son pocos los medios periodísticos impresos que han asumido este compromiso. Incluso van más allá: proponen, dan soluciones y se convierten en guías que dejan su huella. Invariablemente otras y otros periodistas seguirán, sobre todo si se identifican o aceptan con humildad esa propuesta.
Sin embargo, uno de los problemas que afectan con especial énfasis es la censura, derivada de las fuentes de poder, tanto de los poderes constitucionales como de los poderes fácticos (los monopolios informativos mismos), entre los que despunta el narcotráfico.
Y lo estamos presenciando con el caso Diego Fernández de Cevallos, que indudablemente se encuentra secuestrado y que por designios del gobierno federal es un tema vedado para las televisoras y en consecuencia las radios. Esta censura total, es una muestra de lo que podría pasar con los riesgos de un sistema de gobierno totalitario o monárquico. En el estado de Guerrero, esta amenaza ya ha sido puesta en práctica por el gobernador Carlos Zeferino Torreblanca Galindo. Cortado con la misma tijera, el gobierno federal y estatal consideran que la libertad de expresión (que es una garantía constitucionalista para las mexicanas y los mexicanos) es un derecho torcido, maléfico, que solamente es una prerrogativa que no conviene sea utilizada por la ciudadanía.
Entonces, navegar con la bandera de la libertad, con los costos y efectos que esto entraña, es complicado, harto difícil y escabroso. Lo sabemos el puñado de estos locos y locas que compartimos la convicción de informar a la sociedad, como única premisa que deviene en la consagración de los demás derechos.
En el tiempo que llevo desarrollando un periodismo sin ataduras, he comprobado las dificultades a las que se enfrentan tanto los reporteros, esos caballitos de batalla según yo; o bien como «tontos útiles» calificativo que interpreta Javier Francisco Reyes y lo retoma de la idea que prevalece en las y los políticos. Y por desgracia son éstos mismos hombres y mujeres integrados al espacio tanto público como privado que los consideran así, aunque en corto utilizan peores expresiones.
En este contexto, el periodismo que busca solamente estar de parte de la sociedad, tiene sus méritos, también su reconocimiento social. No obstante lo anterior, quienes ejercen el poder no lo consideran en esa perspectiva. Al menos no en el Estado mexicano.
Tan solamente aquí en el estado de Guerrero, que el periodismo sea una herramienta de expresión para la población es un peligro tanto para los poderes establecidos y los fáctivos. Se ha demostrado que no ocultan su animadversión, demostrándolo en muchas ocasiones.
Navegar con esta única bandera libertaria, cada día, es una odisea. Pero los saldos al final de la perseverancia cotidiana están a la luz: se abren los ojos y se expande la mente; se difumina la opacidad, u oscuridad en otros casos.
Ciertamente que los medios informativos impresos, tienen que vender los espacios, para eso la publicidad. Ciertamente. Pero no se tiene que vender, negociar, ocultar o negar los sucesos. Es notorio el predominio del peridismo comercial, pero se podría justificar para los mercaderes. No quedaría la venta del periodismo, para quienes han entendido la vitalidad del servicio informativo a la sociedad.
Y el periodismo vendido (ya no la prensa vendida), con su contraparte el periodismo que informa, concientiza y despeja la penumbra es notoria.
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